En México la realidad supera los límites de la aginación. Los barones del narcotráfico secuestran periodistas para que los medios divulguen informaciones que les favorece en la guerra que mantienen contra otros cárteles y fuerzas de seguridad. Esta nueva “estrategia de comunicación” agrava el problema de los profesionales de la prensa en el país azteca, de los más peligrosos del mundo para los reteros.
Dictar la línea editorial de la prensa es el objetivo de los cárteles, que exigen la difusión de vídeos antes de liberar a los secuestrados. Es una situación inédita, que coloca a los medios en situación de negociar la difusión de “narcomensajes” a cambio de la vida de sus trabajadores. Más difícil es la posición de los periodistas, sabedores de que una información puede condenarlos a muerte.
Los reteros se convirtieron en protagonistas de una información relevante a la fuerza. Los jefes de la redacción tuvieron que decidir entre ocultar o dar la información del secuestro, mientras negociaban con los secuestradores, y resolver acerca de la difusión de los videos, tal como querían los delincuentes. Todo esto mientras un fusil apuntaba directamente a la cabeza de sus colegas.
Las empresas para las que trabajaban los cuatro periodistas secuestrados solicitaron a medios y autoridades no divulgar la información para proteger la vida de sus colaboradores. Sin embargo, un funcionario del Estado difundió la noticia en una entrevista radiofónica. También la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió un comunicado confirmando el hecho, que después retiró de su página Web.
Los compañeros de redacción de los periodistas que estaban en cautiverio llamaron a sus colegas pidiendo un plazo antes de informar, mientras las empresas mantenían contactos con los captores. Pero una vez que el tema se hizo público, todos los medios nacionales dieron la noticia y subieron el asunto a tada. Finalmente no hubo víctas fatales; tampoco secuestradores capturados. Dos profesionales fueron liberados y otros dos quedaron en libertad en un operativo policial. Los medios accedieron a los pedidos de los secuestradores y divulgaron los vídeos que ellos procionaron.
Finalmente este suceso golpeó en la cara de los mexicanos, que no pueden ni deben mirar para otro lado, la libertad de información está en juego. Silencio, ceguera, desinformación, son riesgos latentes si campea la estrategia de los narcotraficantes. Esta situación tuvo gran repercusión, pero hay que aginar cuántos pequeños sucesos de autocensura, presiones y amenazas agobian a los profesionales que ceden ante el riesgo de morir decapitados.
México parece una gran república bananera. Los crímenes permanecen punes, integrantes de las fuerzas de seguridad, en algunos casos, se cambian de bando y mutan en sicarios de los cárteles. Las autoridades carcelarias facilitan armas, vehículos y salidas nocturnas a los presos para que cometan asesinatos mafiosos, como presuntamente sucedía en la cárcel de Gómez Palacio.
Los medios de comunicación no están preparados para manejar episodios de secuestros de rehenes ni negociar con delincuentes, esa es una obligación del Estado. Aún así, los periodistas mexicanos deben asumir una posición común y unirse para pelear de frente contra la mafia que tiene atemorizada a la sociedad. Los periodistas tienen que poder hacer su trabajo y el Estado certificar su seguridad o juzgar a los delincuentes.
Carlos González Palacios
Periodista