El pino putrefacto y el roble blanco

vampus
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En un bosque encontramos  todo tipo de vegetación: alta, baja, centenaria, otunista… que tienen cierta silitud con algunos sectores de nuestra sociedad.

 

Por ejemplo si miramos un roble blanco, todo el mundo lo asocia a un árbol elegante, duro, robusto, sólido, íntegro, en definitiva, un árbol envidiado, cotizado y respetado que todos querrían tener,  ya que le da seguridad y confianza. El roble blanco nunca defrauda, siempre es fiel  a sus principios.

 

En el otro extremo está la mala hierba. Espontánea, otunista, sale cuando llueve, nadie la llama, no tiene ninguna utilidad, tiene muy mala fama  y ello suele durar muy poco. La arrancan rápidamente.

 

Pero hay especies que desorientan. Las coníferas, ejemplo,  es una de las especies más comunes  y con mayor  variedad que podemos encontrar en el bosque, pero de muy diferente calidad. En líneas generales  algunas variedades de coníferas suelen aprovecharse de las especies que tienen a su alrededor; echan sus raíces todos lados y crecen a costa de los demás, no dejando prosperar a los de su entorno. Suelen tener un aspecto bueno fuera, pero si salen sanitariamente mal no hay nada que hacer en 2000 años. Es el caso del pino putrefacto, mucho peor que la mala hierba.

 

El pino putrefacto, también llamado pino siciliano (ya que su forma de vivir recuerda a la de la  camorra siciliana), se cría cerca del roble blanco pero lejos de aprender algo de sus principios, virtudes y valores,  cuando cree que conoce un poco el entorno, es capaz de destruir  todo lo que tiene a su alrededor con tal de obtener beneficio propio, incluso a quien le dio cobijo al principio de su existencia.  Para el pino putrefacto no existen amigos, ni familia, ni  principios. Su ética es tan particular que es capaz de utilizar todo tipo de artañas para alcanzar su objetivo final, que no es otro, que la ambición desmedida crecer y prosperar a costa de los demás.

 

Sabedor  de su actitud  y para evitar sospechas, en ocasiones el pino putrefacto intenta disfrazarse de roble blanco, itando sus formas de actuar, de comunicarse, de relacionarse con el entorno, pero no se engañen, un pino  putrefacto será siempre un pino putrefacto, y mucho que lo intente nunca será un roble blanco. Es una cuestión de principios.

 

Lo que no se entiende muy bien es  qué los habitantes del bosque dejan que el pino putrefacto siga creciendo a sus anchas sin que nadie haga nada. Es más, muchos le siguen suministrando gran cantidad de abono para que siga engordando y engordando.  Posiblemente no sepan que cuando al pino putrefacto le dejas de dar abono un tiempo se revuelve violentamente e intenta morder la mano que le dio de comer. Ésta es su ética.

 

Los murciélagos nunca duermen…

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