Quien gana es el mejor

Publicidad

Marchemos todos francamente, y yo el prero, la senda constitucional”. Las palabras del Rey Fernando VII, pronunciadas en el Manifiesto a los españoles de 1820, tras ser obligado a jurar la constitución que él mismo había abolido, son el exponente de cómo las circunstancias obligan a cambiar el paso.   Cierto es que Fernando VII, en cuanto escampó la tormenta, volvió a las andadas, se pasó “La Pepa” el forro de sus reales y volvió sus fueros absolutistas. En el PSOE  están aún en la prera fase, la de la conversión al tomasismo, y confiemos en que les dure mucho, incluso hasta después de las elecciones autonómicas. Pero el repentino fervor que ha entrado el ya candidato socialista a la comunidad de Madrid es casi devoción. “Tomás Gómez se ha merecido ganar, y quien gana es el mejor. Lo va a hacer muy bien y cuenta con todo mi apoyo”. Lo ha dicho el presidente del Gobierno, tras mudársele la cara ante el  triunfo de Gómez frente a la que era su candidata. Zapatero no quería a Tomás Gómez ni en pintura. Le convencieron Rubalcaba y José Blanco de que Esperanza Aguirre se lo devoraría de un plumazo y que la única manera de recuperar Madrid pasaba apartarle y apostar Trini Jénez. El aparato socialista se puso manos a la obra: que si quítate de en medio y da un paso atrás, que si es el candidato de la derecha, que si su mayor activo es haber dicho no a Zapatero… Pero el chico díscolo se colocó el aparato montera, aguantó el chaparrón y las presiones y se convirtió en candidato venciendo a Trini lpiamente con el voto de los militantes. Una bofetada al liderazgo de Zapatero. Y quién te ha visto y quién te ve, los principales dirigentes  que apoyaron a la ministra en su fallida segunda travesía madrileña se transmutan y salen en tromba deshaciéndose en elogios al ganador, que hasta hace nada daban muerto.  Zapatero era trinista hasta el arco de las cejas, pero ahora, haciendo de la necesidad virtud, es mas tomasista que nadie. Como él, Rubalcaba, José Blanco, o alcaldes que un día se acostaron con el ex regidor de Parla y se levantaron con la ministra de Sanidad. Al igual que Fernando VII, donde dije digo, digo Diego. Es comprensible la urgencia de pasar página cuanto antes, cerrar las heridas, aparentar normalidad y transmitir unidad. Y de aprovechar el “efecto Tomás” y confiar en que el interés mediático alcanzado no decaiga de aquí a las elecciones, cosa harto probable. Pero ni Groucho Marx lo hubiera podido expresar mejor: “Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.

 

Alberto Castillo

Director de Gente en Madrid

http://www.gentedigital.es/blogs/sinacritud

Publicidad
Publicidad
Salir de la versión móvil