Suicidio y estigma

Publicidad

La muerte suicidio suele causar una gran consternación en el ámbito familiar y social, máxe cuando se desconocen los motivos que han podido conducir a la persona a cometer tal acto. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que en torno a un millón de personas fallece cada año en el mundo esta causa, en tanto que el número de tentativas suicidas es cada año entre 10 y 20 veces mayor.

 

 

Dicho de otra manera que aún resultaría más escalofriante, se produciría una muerte suicidio cada 40 segundos y una tentativa cada tres. En España, datos oficiales  del Instituto Nacional de Estadística (INE), el suicidio se situó en 2008 como la prera causa externa de defunción, con 3.421 personas muertas. Por sexos, se observa que los varones consuman más este acto que conduce a la muerte propia con una frecuencia entre dos y cuatro veces enca que las mujeres, en tanto que éstas realizan intentos de suicidios (que sólo se quedan en eso: en intentos) con una frecuencia de dos a tres veces superior a la de los hombres.

 

En total, estas cifras suponen un número de fallecientos enca al de las personas muertas a causa de accidentes de tráfico.

 

 

Los expertos consideran que una de las principales vías para atajar este serio problema es poner en marcha programa preventivos de diversa índole, encaminados a reducir las tasas de los comtamientos suicidas, sean cualesquiera las causas. Este aspecto se ha convertido en uno de los problemas prioritarios de la política sanitaria en la Unión Europea (UE) y en la prera línea de estrategia en salud mental del Sistema Nacional de Salud (SNS) español. Por tanto, la prevención del suicidio en la población general es uno de los objetivos prioritarios en los sistemas públicos de salud europeos.

 

 

El suicidio, para bien y/o para mal, tiene un estigma de inconsciente fascinación morbosa y de inevitable rechazo social. Ante el que se suicida los demás, generalmente, le juzgan. Unos, con sentientos de conmiseración y piedad. Otros, tildándole de cobarde y pusiláne.

 

 

En estos casos la empatía suele funcionar muy poco y la mente humana surge ignorante y severa. Ni siquiera nos preguntamos: ¿qué le ha llevado a una persona a acabar con su vida?, al tiempo que ni admitos no tener ni idea de la situación que estaba viviendo. Otros opinan incluso que el que se suicida es valiente, puesto que no todo el mundo tiene el arrojo suficiente para hacerlo.

 

El hecho es que, según los expertos en psiquiatría, en la gran mayoría de los casos, subyace una enfermedad mental o una seria depresión. Debemos aprender a no juzgar y a menos a este ser, que si consuma el acto jamás podrá defenderse.

 

 

Seamos compasivos, en el sentido etológico del término: tratemos de comprender su sufriento.

 

 

Mayka Sánchez

Publicidad
Publicidad
Salir de la versión móvil