Lo de este país es de aurora boreal y además todos parecemos estar encantados de habernos conocido ya que de lo contrario alguien te puede espetar cualquier inconveniencia. Y sino, díganme como se casa el últo pacto político alcanzado, que más que pacto es un arreglo de almoneda, y el cual el gobierno de Rodríguez Zapatero va a conseguir aprobar los presupuestos generales del Estado (PGE) para 2011 con los votos en contra de casi todos los grupos parlamentarios salvo de dos: Partido Nacionalista Vasco y Coalición Canaria.
El últo gobernaba Canarias, hasta ese momento, gracias a los votos del PP, que se opone en el Congreso a los PGE. Por su parte los vascos no gobiernan en su comunidad autónoma y, lo que es más tante, los PGE no afectan a la autonomía a la que pertenece ni siquiera media higa, como consecuencia de un gran privilegio histórico que tiene su últo origen en la prera mitad del siglo XIX, el cual la comunidad vasca y la comunidad navarra gestionan autónomamente su propia Hacienda, recaudan sus puestos, ponen sus tributos y financian su autonomía. Y a partir de ahora, hasta meterán la mano en la caja única de la Seguridad Social.
Cualquier mente poco resacosa se preguntaría que pinta el PNV poniendo al resto de los contribuyentes españoles unos presupuestos que a ellos no les afecta en absoluto, salvo que a cambio de sus votos va a recibir un suculento estipendio que van a pagar, entre otros, los españoles que no están de acuerdo con estos PGE, defendidos el gobierno de Rodríguez Zapatero y ahora puestos con el apoyo de un partido que ni gobierna en su comunidad y que representa a una parte de la población española a la que los PGE ni les va ni les viene.
No deja de ser curioso que los presupuestos, que no son otra cosa que un instrumento de redistribución fiscal, mediante la previsión de los gastos e ingresos que va a tener que realizar el Estado a lo largo de un periodo determinado, vayan a salir adelante gracias a quienes el asunto les trae al fresco que desarrollan su propia redistribución fiscal sin contar con el resto de los que habitamos la península ibérica.
Llegados a este extremo, habrá que empezar a considerar lo aberrante que es que en pleno siglo XXI, en plena Unión Europea y con un horizonte claro de unificación fiscal a medio plazo, el papelón que hacen en España unos territorios con unos privilegios fiscales onerosos hasta decir basta para el resto de los ciudadanos españoles que participan en esos beneficios fiscales, cupos o fueros, en la medida en que somos clientes del BBVA, Iberdola, Eroski o cualquier otra empresa que paga sus puestos en la citada comunidad autónoma, aunque estos se hayan recolectado en el resto del territorio español.
Para mí, como para muchos de los ciudadanos de este país, las guerras carlistas, las leyes paccionadas y toda la serie de privilegios que fueron capaces de salvaguardar e poner, no dejan de ser historia y como tal debe tratarse. Lo que si que se puede plantear todavía es la revisión de unos acuerdos alcanzados durante el debate constitucional en el que la UCD y el PSOE se pusieron a ceder poder y privilegios su propia incapacidad para hacer frente a los nacionalismos recalcitrantes de la época.
Y todavía la propaganda oficial nos dice que los pactos forman parte de la cultura democrática y que como somos unas acémilas con poca cultura, no entendemos ná de ná. Así nos va.
Carlos Díaz Güell
es profesor de la UCM, editor y consultor de comunicación empresarial