Hay cenas…y cenas. En algunas la forma y la cordialidad ‘estrechan’ a sus comensales y si nadie se sale del patrón establecido, todo va sobre ruedas. Pero no todas son así…En otras hay algún pícaro que le pone la guinda al pastel incluso antes de empezar a cenar.
Como lobo hambriento prero selecciona a su presa más fácil y se siente al lado de ella. Con la llegada de los entrantes comienza el acercamiento cauteloso. Después, aprovechando el intermedio entre plato y plato prepara mentalmente sus nuevas estrategias.
Con la ayuda de un ambiente que va ‘calentándose’ momentos, entre riojas y txakolis, el lobo decide sacar sus garras sin pudor y ‘pincha’ con ellas en el plato de su presa intentando amarrarla… pero ésta, ágil, se da cuenta demasiado pronto de sus intenciones y logra escapar de ellas.
Consciente de su derrota el lobo huye y se escabulle sigiloso entre el gentío reunido. Por su parte, la presa se queda con un dulce sabor de boca fruto de un tierno milhojas y un helado de frambuesa…
Los vampiros nunca duermen…