El trastorno de somatización, que desde Freud era conocido como histeria y se atribuía especialmente a la mujer (histeria procede etológicamente de útero), es un diagnóstico psiquiátrico referido a pacientes que se quejan persistentemente de molestias físicas que no tienen un origen orgánico identificable. Una explicación etiológica o causal muy común sería que ciertos problemas psicológicos internos se van expresando, de forma inconsciente e incontrolada, mediante síntomas y signos físicos o somáticos.
Son los también llamados trastornos somatomorfos, muy frecuentes en las consultas de atención praria. Se calcula que las molestias orgánicas sin explicación clínica representan del 15% al 25% de las visitas al médico de familia y que entre un 30% y un 70% de ellas se queda sin ningún tipo de explicación tras una exploración médica.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSMIV) define el concepto de somatización como “un patrón crónico de enfermedad, con un estilo de vida caracterizado numerosas consultas médicas y dificultades sociales secundarias”.
La nueva clasificación de los trastornos psiquiátricos, cuyo borrador acaba de cerrar la Asociación Psiquiátrica Americana (DSMV), modifica sustancialmente la anterior. En lo que se refiere a los cuadros somatomorfos, el DSMV señala que el adecuado procesamiento de la información se encuentra alterado, lo que se produce una discrepancia entre la salud subjetiva y la objetiva, de manera que existen personas sanas físicamente que se sienten enfermas o que tienen trastornos leves que viven exageradamente, mientras otras, realmente enfermas, incluso de gravedad, se ven sanas.
En definitiva, todo ello viene a significar que cuerpo y mente son indisociables y que no podemos sólo cuidar a uno y abandonar al otro, que es posible que, paradójicamente, sea el mado el que nos pase factura.
Cuidemos todas las piezas de esta hermosa máquina que es para toda la vida.
Mayka Sánchez