El proceso estalinista de la compra no es bueno

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Soy de los que le gusta dar conversación a la gente, y en especial a los taxistas, uno de los colectivos que más admiro su profunda y, prácticamente, infinita paciencia. Este hecho me sirvió incluso una vez para que un taxista de Estambul me trajera una cámara de fotos que me dejé olvidada en su taxi la noche anterior.

 

Esta últa semana, taxistas de Barcelona y Madrid me confesaban en nuestras charlas de 10 minutos, que lo están pasando muy mal. Que la gente está ahorrando ese lado y que cada vez cuesta más coger pasaje. Que pasan muchas horas al día “pisteando” (=dando vueltas buscando clientes). Sin duda es uno de los efectos colaterales de esta crisis histórica que estamos viviendo.  La gente usa menos el taxi.

 

Otra cosas que los españoles miramos mucho es cómo llenamos la nevera. Supone un gasto semanal tante, pero a diferencia del taxi, comer, tenemos que comer. En este escenario,  la marca blanca, es un “producto” en alza.

 

Explico esto que yo era usuario habitual de este tipo de locales, seguramente influenciado la americana WallMart (soy un proamericanista convencido) me dejé llevar la novedad del mercado. Sin embargo, hace unos días, me llamó Alfonso Chiner, Key Account de una multinacional de gran consumo, y gurú personal del retail y las ventas, para decirme que un centro comercial tenía un gran catálogo y que deberíamos aprovechar.

 

Pese a tener un centro comercial casi exclusivo de marca blanca a un minuto de casa y con garaje para clientes, decidí madrugar un sábado, acompañarle y recorrerme casi 15 kilómetros para llegar al lugar que me había indicado. Por los pasillos, catálogo en mano, arrastrando nuestros carros, parándonos en las cabeceras, observando las islas, estudiando las ofertas, anonadado los miles de carteles anunciando otunidades… entendí que hasta ahora, estaba buido en un proceso estalinista de la compra, lo cual puede llegar a influir en tu estado de áno.

 

Con Alfonso entendí que siempre puede ser Navidad. Al final, le tuve que suplicar que nos fuéramos de allí, que era una tentación demasiado grande, que ya estaba bien de tirar de tarjeta.  Salí con el carro lleno, el corazón ensanchado y consciente de que un solo folleto publicitario, un buen retail y una mejor comunicación, pueden atar beneficios al anunciante sin necesidad de encarecer sus precios.  Por la comunicación consigue otros ingresos extraordinarios, que atan valor a su marca: explotación del local, promociones in situ,  negociaciones con fabricantes… y la felicidad del consumidor.

Álvaro Montoliu

Periodista

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