ANSIEDAD, TRANQUILIZANTES Y CONDUCCIÓN

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La ansiedad es una emoción que surge en todos los seres humanos ante situaciones en las que está en juego algún resultado relevante para el propio individuo. Así, ejemplo, nos ponemos nerviosos al hablar en público, si pensamos que podemos quedar mal, o en el examen de conducir, si nos planteamos que quizás podamos suspender. Esta emoción constituye un conjunto de reacciones a nivel cognitivo, fisiológico y comtamental que nos activan con el fin de tener más recursos con los que poder intentar mejorar el resultado. De ahí, que cuando anticipamos un posible resultado negativo, nos pongamos en alerta, de manera que se aceleran nuestros procesos cognitivos y nuestra conducta, al mismo tiempo que se activan una serie de respuestas fisiológicas que nos procionan más fuerza, vigor, velocidad, etc.

 

Aunque la ansiedad es una reacción frecuente y nos ayuda a adaptarnos mejor ante situaciones que consideramos amenazantes para nuestros intereses, en algunas ocasiones esta capacidad de anticipación y de ponernos en alerta se vuelve en nuestra contra, de manera que nos activamos en exceso, nos cuesta tomar decisiones, experentamos malestar y podemos incluso llegar a bloquearnos o a cometer errores al hacer las cosas. Un nivel de ansiedad medio sería probablemente ópto para realizar tareas de cierta dificultad, que requieren estar atentos y con un cierto grado de alerta; pero si superamos ese nivel crítico, la ansiedad nos vuelve más inseguros, disminuye nuestra precisión en las tareas que ejecutamos y, lo tanto, empeora nuestro rendiento. A su vez, este estado de nerviosismo, inseguridad e precisión, nos suele asustar y provocar niveles más altos de ansiedad, que pueden desembocar incluso en un ataque de ansiedad, o ataque de pánico, cruzando la línea divisoria entre ansiedad normal y la psicopatología de los trastornos de ansiedad.

 

Algo más del cincuenta ciento de personas que han sufrido ataques de pánico consumen psicofármacos, especialmente tranquilizantes, bajo cuyos efectos no se debe conducir. Un 16% de españoles ha consumido psicofármacos en los últos doce meses, y el 11,4% ha consumido benzodiacepinas, el tipo de tranquilizante común, que produce un serio riesgo de accidente si se conduce bajo sus efectos.

 

En conclusión, la ansiedad aunque puede ser un problema para algunos conductores, especialmente sin experiencia, no es el mayor problema para la conducción; sin embargo, ese 11,4% de personas ansiosas que toman tranquilizantes (y muchos son conductores) sí pueden tener disminuida su capacidad psicofísica para conducir y pueden poner en riesgo la seguridad vial. Es peor este tipo de remedio, que la enfermedad; pero afortunadamente existen otros remedios que son más eficaces y menos peligrosos: las técnicas psicológicas basadas en la evidencia científica.

 

Antonio Cano Vindel

Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés

Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

 

 

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