Regreso del tanatorio de despedir a una compañera de enfermedad, duele decir adiós, muchos lo sabemos, especialmente los que además de tener cáncer, vivos al lado de otras personas que, como nosotros, plantan cara a la enfermedad y luchan con todas su fuerzas ganarle la batalla, personas que como Mª Luz tratamos de ayudar para que el paso esta difícil experiencia sea más llevadero, sin más expectativa que el poder ayudar a cuántos más mejor.
Nunca pensé que en determinadas circunstancias el dolor puede hacer que se multiplique la rabia y la ira hasta límites casi incontrolables y jamás creí que me encontraría algún día escribiendo nada en contra de un médico, los mejores aliados de los pacientes son los médicos y así nos lo han demostrado en infinidad de ocasiones desde el año 2002, año en que empezó a andar AEAL, la Asociación Español de Afectados Linfoma, Mieloma y Leucemia.
Por poner un nombre voy a llamar Doctor García al que tocó atender a Mª Luz al final de su vida. El Doctor García tuvo un problema de conciencia para administrar sedantes suficientes como para elinar todo el sufriento que el cáncer le producía; la familia preguntó qué estaba así tan ansiosa y agitada y el Doctor García explicó que ‘le estaba ocurriendo lo mismo que le pasa a un pollo cuando le cortan la cabeza y se sacude’ o ‘o que le pasa a un pez cuando agoniza que le sacan del agua’. En ese momento de dolor y vulnerabilidad absoluta sus seres queridos callaron.
No me voy a perder en los interminables matices sobre la legalidad de retrasar el fin inevitable de la vida permitiendo el sufriento del paciente, pero si quiero dejar constancia de mi más profunda repulsa la falta de humanidad y profesionalidad de quien ha sido capaz de equiparar la agonía de un ser humano con la de un pollo o la de un pez.
El artículo 15 de la Constitución Española dice que “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser sometidos a tortura ni a pena o tratos inhumanos o degradantes”. Quizá al Dr. García nadie le ha explicado que este derecho se extiende hasta el mismo momento de la muerte y que su obligación es cuidar del bienestar del paciente hasta entonces y también de sus seres queridos evitando sufrientos innecesarios como este tipo de comentarios degradantes e hirientes.
Quizá el Doctor García no tenga cáncer y quizá tampoco lo tenga nadie de su familia todavía, pero debería tener presente que más tarde o más temprano va a saber lo que se siente, las estadísticas dicen que uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres será diagnosticado de cáncer y con esas cifras no habrá familia que se libre, ni siquiera la del Doctor García.
Este tipo de conductas son perdonables y los pacientes no podemos permitir que estas situaciones se repitan. Como método de aprendizaje el Docotr García podría probar a inyectarse algún fármaco que le volviera loco de dolor durante días y, tumbado en una cama de su hospital, que aguantase sin ayuda de ninguna clase a que pasase el efecto, o también podría asistir sin actuar a la agonía de algún ser querido, pero, francamente, lo realmente creo es que el Doctor García debe cambiar de profesión de inmediato, seguramente en una sala de despiece de pollos o en una piscifactoría podría demostrar su talento que con la atención a los pacientes ha fracasado.
Mª Luz, descansa en paz.
Begoña Barragán
Presidenta de AEAL y GEPAC