El título de este comentario era el eslogan utilizado en los medios de difusión masiva, el gobierno cubano en las décadas de los años 80 y 90 del pasado siglo XX para señalar el auge económico de la isla. Ahora se sabe que todo era pura fanfarria para entretener al pueblo cubano. Durante muchos años Cuba fue bautizada como ‘La azucarera del mundo’, pero eso es cosa del olvido. En la actualidad la industria azucarera cubana apenas es capaz de satisfacer las necesidades de su población.
La contienda pasada apenas alcanzó 1,1 millones de toneladas de azúcar, la peor en más de un siglo, solo comparada a la registrada en 1905, cuando la naciente república de Cuba contaba con 3 años de su institucionalización. En esa época la caña se cortaba con machetes, se alzaba a mano y se transtaba en carretas tiradas bueyes, un trabajo duro, agotador y rudentario, muy lejos de las máquinas cortadoras, alzadoras y camiones de gran te que se utilizan en la actualidad.
En los años 70 del pasado siglo XX la isla llegó a tener producciones de hasta ocho millones de toneladas del dulce producto, que fue considerado el de mejor calidad de todos los productores del mundo y en 1980 el gobernante Fidel Castro se empecinó en declarar a los cuatro vientos que Cuba llegaría a producir 10 millones de toneladas de azúcar. Todo se vino abajo y tuvo que reconocer que sólo se habían alcanzado 8.750.000 toneladas. Jamás se ha realizado una zafra silar. La industria en esos momentos necesitaba amplias y profundas transformaciones técnicas que nunca se llevaron a cabo. El auge económico gracias a los más de seis mil millones de dólares que anualmente suministraba la desaparecida URSS sirvió para el incremento de la lucha guerrillera en América Latina, pero no para atender las necesidades las que atravesaba el pueblo de la isla.
Eso ocurría cuando Cuba contaba con 156 centrales en plena producción, en estos momentos apenas trabajan 46 y con una eficiencia que deja mucho que desear. Una industria que obra y gracia de Fidel Castro se encuentra destruida y en vías de extinción total.
Para los que peinan canas en la isla se recuerdan de la famosa frase ‘sin azúcar no hay país’, pero lo cierto es que cuando se produjeron los mayores volúmenes de azúcar, la isla aceleraba su deterioro económico, político y social. Más de 50 años de desgobierno, corrupción administrativa, constantes cambios y políticas económicas equivocadas han destruido toda la infraestructura de la industria azucarera cubana.
El actual precio en el mercado internacional más de 30 centavos la libra ha generado expectativas en la cúpula gobernante de la isla, apremiada la difícil coyuntura financiera la que atraviesa. Demasiado tarde para poder atajar los errores cometidos al desmantelar más de cien centrales azucareras, ya viejas y obsoletas, lejos de ser el prer renglón de entrada de dinero fresco al país, ahora desplazado el níquel y la industria del turismo. Los habitantes de la isla apenas se recuerdan del cacareado eslogan, lo cierto es que se necesitan urgentemente los cambios en Cuba, en lo político, lo económico y lo social, para que el azúcar sirva para crecer.
Una isla perdida en el mar
JULIO CÉSAR GÁLVEZ
Periodista
Exprisionero de conciencia cubano del Grupo de los 75