A pesar de que nuestros datos son aproxados puesto que no tenemos un mapa epidemiológico, el sentido común y la experiencia de otros países (Suecia, Dinamarca, EEUU o Japón) apuntan a que en España se producen anualmente alrededor de 24.000 paradas cardíacas, cuatro veces más que accidentes de tráfico, y el 70% de esos episodios sucede fuera de los hospitales.
Queremos ser Europa y a nuestros políticos se les llena la boca comparándonos con EEUU, ahora también con Japón, quienes tras su últa catástrofe natural y las fatales consecuencias a las que todavía se enfrentan, nos dieron al ‘mundo occidental’ una lección de civismo y ciudadanía. Sin embargo, ni somos Europa ni nos parecemos a ella, y qué decir de los dominios de Barack Obama o del país Nipón. Y es que algo tan sencillo como la plantación de desfibriladores en zonas públicas como medida de prevención para salvar vidas parada cardíaca, en España se nos queda grande.
Debido a distintos factores como calles congestionadas, lugares de trabajo alejados o centros de ocio periféricos, muchas veces no es posibles que los servicios de emergencia tradicionales lleguen a las víctas dentro de los 10 preros minutos, tiempo máxo para aplicar la desfibrilación a un persona que ha sufrido un paro cardíaco, único paso que puede devolver un ritmo cardíaco normal al paciente.
Por este motivo el Consejo Española de Resucitación CardioPulmonar (CERCP), la Fundación Gaspar Casal y la compañía Philips, ha elaborado un Decálogo del Consenso ‘La plantación de desfibriladores en zonas públicas: protocolos de uso y recomendaciones’ en el que, entre otras cosas, se ha puesto de manifiesto la necesidad de que gobierno central y comunidades autónomas despenalicen de forma explícita el uso de desfibriladores parte de personal no sanitario.
Utilizarlo es más fácil de lo que parece, así lo afirman los expertos, ‘es incluso más fácil que usar un extintor‘, compara el Doctor Juan B. López Messa, Presidente del CERCP. Ante la tancia de conocer el manejo de esta tecnología y la ignorancia parte de la población general (el 44,8% desconoce en qué consiste y el 71% no sabría cómo actuar), ‘sería muy positivo facilitar e integrar la Cadena de Supervivencia y la resucitación cardiopulmonar en la enseñanza obligatoria’.
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