La escasa audiencia cosechada Telemadrid durante la emisión de los debates electorales que enfrentaron el domingo a los candidatos autonómicos y el lunes a los del ayuntamiento de Madrid evidencia que los madrileños esperaban otra cosa en lugar del encorsetado formato pactado los tres partidos. La audiencia media del debate que enfrentó a Esperanza Aguirre, Tomás Gómez y Gregorio Gordo fue de un 6,4%, mientras que al día siguiente, el de Gallardón, Lissavetzky y Ángel Pérez cosechó un 5,3% de audiencia, cuando la media de Telemadrid ronda el 7%. Y eso a pesar del morbo que provocaba presenciar a Tomás Gómez debatiendo cara a cara prera vez con Esperanza Aguirre. Pero la rigidez del modelo pactado, en forma de triple enfrentamiento parejas dividido en bloques temáticos con los tiempos muy cerrados, le restó agilidad al debate. Ninguno de los aspirantes se salió del guión previsto y todos ellos se litaron a exponer sus programas en líneas muy generales con los consabidos mensajes repetidos hasta la saciedad en los últos días. El afán privatizador, el copago o los recortes en sanidad, educación y servicios sociales que Gómez echó en cara a la candidata popular, no fueron suficientes para turbar a una Esperanza Aguirre que alardeó de gestión como aval frente a las políticas del gobierno central que han llevado al paro a cinco millones de personas. Entre medias, la declaración de amor de Tomás Gómez al candidato de Izquierda Unida, que se empeñó en dejar claras las diferencias de su proyecto con el socialista. En definitiva, nada que sorprendiese a los espectadores; un resultado previsible a causa de un formato que ha hurtado cualquier posibilidad de presenciar una disputa dialéctica de mayor altura. Los ciudadanos se merecen una fórmula más ágil en la que los candidatos sean capaces de transmitir algo más de emoción a la hora de enumerar sus propuestas y de confrontar las del contrario como alternativa a las tediosas campañas electorales tradicionales. El debate entre candidatos debería ser el momento cumbre de la campaña electoral y no un mero trámite como el que hemos presenciado. Y sin embargo hubo momentos, como en el duelo AguirreGómez, en los que se descubrió a un candidato sólido y seguro de sí mismo que aguantó el envite y supo estar a la altura de una política bregada y crecida. Un rival a tener muy en cuenta si no se desinfla los resultados desfavorables que le auguran las encuestas, que promete atar intensidad y apasionamiento a los plenos de la Asamblea de Madrid.
Alberto Castillo
Director de Gente en Madrid