5 / ADOLFO SUÁREZ

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PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / POR JULIO MERINO Cuando ya era Ministro Adolfo Suárez terminó uno de sus discursos en Las Cortes con unos versos de Antonio Machado que decían:

 

“Está el hoy abierto al mañana

mañana al infinito

Hombres de España:

Ni el pasado ha muerto

Ni está el mañana ni el ayer escritos.”

 

Y con estos versos quiero yo comenzar este miniensayo sobre la vida del personaje Suárez. Porque ni Suárez ha muerto ni está escrita su verdadera biografía de ayer y de mañana. Es cierto que  la vida del de Ávila puede dividirse en tres capítulos: antes de ser Presidente del Gobierno. La etapa de Presidente. Y para terminar, lo que vivió y sigue viviendo después de ser Presidente y dejar la política. También es cierto que en la vida de Suárez hay muchas lagunas, con demasiadas luces y demasiadas sombras. Que Adolfo Suárez fue un personaje tante en el gran cambio que se produjo a la muerte de Franco no hay quien lo dude, sin embargo pocos resaltan dos hechos incuestionables: Que Adolfo Suárez fue un hombre listo, tan listo como pobre es su currículo cultural y, que en la vida de Suárez fueron fundamentales los “padrinos” que supo buscarse en cada momento. Porque ¿qué habría sido de Adolfo Suárez se pregunta uno de sus biógrafos si en su vida no hubieran aparecido Fernando Herrero Tejedor y Torcuato FernándezMiranda?. Y esta es la clave del ascenso increíble que tuvo el chico de Cebreros (como dicen que le llamaba el Almirante Carrero Blanco).

 

Adolfo Suárez aparece en la página política como “secretario personal” del Gobernador de Ávila, es decir, de Fernando Herrero Tejedor. Eso sucedía en 1955, cuando aquel joven licenciado en Derecho, apenas si tenía 23 años, y bajo el paraguas protector del padrino Tejedor fue subiendo los escalones que le llevarían hasta la Vicesecretaría General del Moviento. Tanto que en esos años las biografías de ambos van casi unidas. En 1957 Herrero es nombrado Delegado Nacional de Provincias de la Secretaría General del Moviento y allí aparece ya, en Madrid, como Secretario prero y luego como Jefe de Gabinete. En 1961 Herrero Tejedor es nombrado Vicesecretario General y a su lado está Adolfo Suárez. Pero en 1964 Herrero choca con su Ministro, a la sazón Solís Ruiz, y ambos dejan la Secretaría General. A los pocos meses Herrero es nombrado Franco Fiscal General del Estado, donde permanece hasta 1975 que es nombrado Ministro Secretario General. Pero no abandona a su protegido Suárez y antes de dejar incluso la Vicesecretaría General consigue meterle en la plantilla de Televisión Española prero y luego hacerle Gobernador Civil de Segovia. En 1969, cuando el OPUS le gana la partida a la Falange y entra como Ministro de Información y Turismo Alfredo Sánchez Bella, un miembro de la Obra, Herrero Tejedor, que es un hombre muy próxo a la creación de Escrivá de Balaguer, mueve los hilos desde la Fiscalía General para que el Ministro le nombre Director General de Radio Televisión Española, puesto en el que se mantendrá hasta 1973. En ese tiempo, y teledirigido su padrino, que a su vez se ha ido ganando la confianza de los Príncipes de España, convencido de que a no tardar mucho serían los Reyes de España, es cuando el listo Suárez,  se aproxa y ma a Don Juan Carlos y Doña Sofía. Se estaba abriendo las puertas del futuro.

 

En Marzo de 1975 Arias Navarro nombra Ministro Secretario a Herrero Tejedor y a éste no le falta tiempo para nombrar a su vez a su protegido Adolfo Suárez Vicesecretario General, o sea que alcanza la categoría de Subsecretario. Sin embargo aquel cargo le duró bien poco, que tan sólo unos meses después Herrero moría en un misterioso accidente de tráfico y Suárez tuvo que abandonar la Secretaría General. Fue quizás uno de los periodos más tristes de su vida (el otro fue cuando murieron casi 100 personas en Los Ángeles de San Rafael , siendo él Gobernador de Segovia). En esos momentos toda la clase política creyó que Suárez estaba acabado, pero lo que no sabían es que el de Ávila ya se había aproxado y casi conquistado al que sería su nuevo padrino: Torcuato FernándezMiranda. Y fue éste quien, en el momento crucial de la muerte del dictador y la llegada del Rey, consigue que en el cambio de Gobierno que hace Arias Navarro para adaptarse a la nueva Monarquía, le nombre Ministro Secretario General del Moviento. Lo que sorprendió a muchos, que una mente sibilina como la del asturiano, un catedrático de  Derecho Político, profesor y mentor del Príncipe protegiera a un hombre con tan escaso bagaje cultural. Por esas fechas sucede algo que no se ha resaltado lo suficiente a la hora de hablar de aquellos momentos cruciales. Recién coronado, Juan Carlos llama a la Zarzuela al profesor FernándezMiranda y, estando ya convencido que había que sustituir a Arias Navarro, le ofrece ser Presidente del Gobierno, o en su defecto que acepte la Presidencia de Las Cortes. Entonces Miranda le responde:

 

“Majestad, el anal político que llevo dentro me pide la presidencia del gobierno, pero creo que le seré más útil desde la Presidencia de Las Cortes, que es allí donde hay que ganar la partida del cambio desde “la ley a la ley a través de la ley”.

¿Y qué protege a Suárez y consigue hacerle Ministro?

 

“Mira le diría un tiempo después a un periodista no lejano de quien esto escribe a esas alturas de diciembre de 1975 el Rey y yo ya habíamos mantenido varias conversaciones sobre lo que había que hacer, partiendo de la única sugerencia que su Majestad me había hecho: “Torcuato, sólo te pido que me transformes la Monarquía de Franco en una Monarquía Democrática al estilo de las europeas”. Con eso en mi cabeza me puse a trabajar en cuanto aterricé en las Cortes. Yo ya sabía que la batalla del Cambio iba a ser enminentemente política y tanto había que hacerla desde la Secretaría General del Moviento, que a pesar de todo era todavía el motor de la política y el refugio del franquismo falangista. Pero, los hombres tantes de aquel franquismo no me inspiraban confianza, tal vez que ya eran mayores y no sería fácil modelarlos. Así que pensé en un hombre que viniendo de ese sector fuese más dúctil y manejable en los prescindibles cambios que habría que hacer en los próxos meses. Y ahí surgió en mi cabeza el nombre de Adolfo Suárez, con el que ya había tenido algún trato en su etapa de Vicesecretario General. Suárez era un hombre inculto, eso es verdad, sin convicciones firmes, sin principios inmutables, pero listo, muy listo y muy ambicioso. Era la cuña de la madera perfecta. Además, y pensando ya en el relevo cantado de Arias Navarro, quise probarlo y foguearlo como Ministro y comprobar cómo se desenvolvía en la tribuna de oradores de Las Cortes sí pensábamos en él para la Presidencia. Claro está, que sabiendo su escaso bagaje cultural le puse a su lado dos hombres de mi entera confianza y grandes escritores políticos, para que le escribiesen los discursos y le asesoraran en los borradores de las Leyes que obligadamente habría de presentar como Ministro Secretario General del Moviento. Y así se hizo y así lo aceptó el propio Suárez con quien mantuve alguna conversación antes de hacerle Ministro. Quería comprobar hasta que grado llegaba la ductilidad política de aquel ambicioso Suárez.”.

 

“Siendo ya Ministro, y ya en 1976 diría después Don Torcuato le llamé un día a mi despacho de Las Cortes y le dí algunos consejos: Que se acercara los más posible e incluso mara como Ministro Secretario a Girón de Velasco, sin duda el hombre con más peso en el franquismo falangista; a Pilar y Miguel Pro de Rivera, a Solís Ruiz, a Federico Silva, a Gregorio López Bravo, a López Rodó y otros. Que se llevara lo mejor posible con sus compañeros en el Gobierno Areilza, Fraga, Antonio Garrigues y los militares, Pita da Veiga y Félix ÁlvarezArenas. Que fuese preparando un borrador de Ley de Asociaciones Políticas, y que fuese tendiendo puentes a la Izquierda más moderada (hasta el PSOE). Adolfo lo recibió todo con la gran sonrisa que siempre le caracterizó y salió de allí convencido de que el mundo estaba a sus pies”.

 

Y Suárez comenzó su labor. En esos meses tuvo especial interés en conquistarse al Rey en los despachos que tenía como Ministro con su Majestad y resultarle lo más spático posible. Eso sí, a cada uno de aquellos despachos con el Rey Suárez siempre le llevaba algún proyecto o alguna idea, pero siempre encontró la misma respuesta parte del Rey: “Adolfo, eso háblalo con Torcuato”. Por lo que aquel chico listo de Cebreros se dio cuenta enseguida que la batuta del Cambio la tenía en sus manos el catedrático de Derecho Político y profesor de su Majestad. Y ello se puso de rodillas, como se dice vulgarmente, a los pies de FernándezMiranda.

 

En 1976 sucedió algo que no estaba previsto el mentor FernándezMiranda. Fueron los sucesos de Montejurra (9 de Mayo), en los que murieron dos personas en un enfrentamiento entre carlistas. Bueno, al parecer todo lo que allí pasó estuvo organizado desde los propios servicios Secretos del Estado, con la intención de contrarrestar la popularidad que estaba cogiendo el antifranquista Carlos Hugo de Borbón. Los más conservadores del carlismo jugaban la carta, sin embargo, del hermano Sixto de Borbón. Lo curioso de aquellos sucesos de Montejurra es que le cayeron enca de plano al Ministro Secretario Adolfo Suárez, pues aquellos días se había encargado provisionalmente de la cartera de Interior que ocupaba Fraga Iriba. Algunos mal pensados pensaron entonces que fue una jugarreta contra el de Ávila, con el conociento del propio Fraga que se había ausentado de España en un viaje a Venezuela. Sea como fuere el hecho es que Suárez sorprendió a todos y actuó, como Ministro interino del Interior, con una efectividad total y con aplomo de hombre de Estado. Por todo ello fue aplaudido incluso en la prensa franquista y sirvió para subir otro escalón en su ascensión hacia lo que ya le tenía programado el cerebro de la Transición.

 

Fueron los meses de las “trampas saduceas” del catedrático de Derecho Político. FernándezMiranda con el beneplácito del Monarca, dirigía la variopinta orquesta con la batuta del genio.

 

Y llegó el mes de Junio, concretamente el día 14 (curiosamente un aniversario de aquella  batalla de Marengo de 1800 que le abrió al general Bonaparte las puertas del Imperio), el día que el Ministro Adolfo Suárez González presentó y defendió en Las Cortes el proyecto de Ley de Asociaciones Políticas, aquella ley que era el anticipo de la inminente aprobación de los Partidos Políticos. Era una de las trampas saduceas de FernándezMiranda. Una especie de vacuna para que los franquistasfalangistas se aplacaran y aprobaran la reforma del Sistema. Tampoco estaba muy de acuerdo con aquella ley el todavía Presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, el más cerrado del Gobierno a los cambios que ya estaban sobre el tapete. Por eso, Suárez se apuntó el prer gran tanto como Ministro político. Su discurso (leído, supuesto, y eso sí que sabía hacerlo bien el chico listo de Cebreros, que contra era un desastre cuando tenía que provisar) fue brillante y muy aplaudido. Fue aquel que terminó con los versos de Machado que hemos citado al principio. La ley decía en su artículo segundo: “Las asociaciones que se constituyan a tal efecto tendrán como fines esenciales contribuir democráticamente a la determinación de la política nacional y a la formación de la voluntad política de los ciudadanos, así como promover su participación en las instituciones representativas de carácter político mediante la formulación de programas, la presentación y apoyo de candidatos en las correspondientes elecciones y la realización de cualquier otra actividad necesaria para el cumpliento de aquellos fines”.

 

Fue una  tarde gloriosa para Suárez, que salió del Palacio de la Carrera de San Jeróno la puerta grande y con las dos orejas y el rabo en sus manos. Tal vez ello el padrino FernándezMiranda ya no tuvo más dudas y a la mañana siguiente se fue a La Zarzuela y pudo decirle al Rey : “Majestad, ya tenemos a nuestro hombre. Ahora le toca a su Majestad despedir al Presidente Arias”. “Pues, organiza tú ya lo del Consejo del Reino”.

 

FernándezMiranda como Presidente de Las Cortes era también Presidente del Consejo del Reino, el organismo que el propio Franco había creado en 1946 para el momento de la sucesión en la Jefatura del Estado. Aquel Consejo del Reino, que tenía precedencia sobre los Cuerpos Consultivos de la Nación, y la misión de asistir al Jefe del Estado en los asuntos y resoluciones trascendentales de su exclusiva competencia. En aquellos momentos de 1976 el Consejo del Reino, que estaba integrado 17 miembros, era el vehículo para elegir una terna de posibles candidatos a la Presidencia del Gobierno. Por la constitución del Consejo (el Prelado de mayor jerarquía y antigüedad, el capitán General en activo y de mayor antigüedad de los ejércitos, el General Jefe del alto Estado Mayor, el Presidente del Tribunal Supremo, el Presidente del Consejo de Estado, el Presidente del Instituto de España y dos representantes elegidos los consejeros nacionales, la organización sindical, la administración local y el tercio de Representación Familiar, más uno en representación de los Rectores de Universidades y otro el de los Colegios Profesionales) estaba claro que dominaban los conservadores franquistas. Y esa fue la hábil labor de FernándezMiranda. Convencer a los girones y compañía de los nombres que deberían figurar en la terna. En un principio todos creyeron, y muchos lo defendieron, que en aquella terna tenían que figurar Fraga Iriba y José María de Areilza. Sin embargo, en ninguna quiniela figuraba el nombre de Adolfo Suárez González. De ahí que cuando FernándezMiranda sugirió su nombre hubo hasta risas entre los componentes del Consejo, que consideraban al de Ávila un hombre demasiado joven y con poca experiencia. Pero, FernándezMiranda consiguió convencer a los más falangistas de que “más vale un hombre de los nuestros” que otro de la acera de enfrente. Al final FernándezMiranda se salió con la suya y en la terna fueron Federico Silva Muñoz, que era el candidato de los católicos; Gregorio López Bravo, que era el candidato del OPUS, y Adolfo Suárez, que pasó como candidato del franquismo.

 

A la salida de aquella maratoniana reunión del Consejo del Reino FernándezMiranda, el Presidente, pudo decirles a los periodistas que le esperaban a las puertas aquella frase que pasó a la historia: “Estoy en condiciones de llevarle al Rey lo que me ha pedido”. Pero aquella frase no era del todo cierta, que había sido el asturiano el que había sugerido y convencido al Monarca de que el hombre más idóneo para sustituir a Carlos Arias Navarro era Adolfo Suárez González. Y ya no hubo más. Porque su Majestad el Rey Juan Carlos I firmó el Real Decreto 1561/ 1976, del 3 de Julio, el que se designaba Presidente del Gobierno a Don Adolfo Suárez González y bajo la firma del Rey iba la del Presidente del Consejo del Reino, Torcuato FernándezMiranda y Hevia (el protector, el padrino de la nueva estrella política).

 

Fue una sorpresa general para los españoles, para la prensa e incluso para la clase política. Tal vez que Suárez no tenía la biografía ni la experiencia que todos pensaban que debería tener un Presidente del Gobierno. Tenía 44 años, lo que era una novedad para los españoles. Comenzaba la era Suárez que duraría hasta finales de Enero de 1981.

 

Lo que vivió Suárez en esos cinco años será motivo de otro artículo de esta serie.

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