Teletridente

Cesarcabo
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Somos líderes en otra estadística, ¿motivo de alegría? Pues no, me temo que no. Encabezamos el consumo de televisión en Europa con una media que roza las cuatro horas diarias ante el aparato, el televisor, ese nuevo altar de las digitales y descreídas sociedades del siglo XXI.    

 

¿Es esto posible? Supongo que la gente mayor dispara las estadísticas que a pesar de los 5 millones de parados no parece que sea posible que haya tantos españoles embutidos en el sofá zapeando y tiro que me toca.      

 

La televisión, producto elitista en los 50, aparato masivo de nuestros días, ha atravesado diversas fases, aniquilando la competencia que encontraba en el camino, fuese la radio, el cine, los periódicos, la conversación familiar para ponerse en la pirámide del ocio.        
Su supuesta función inicial de informar y educar ha sido avasallada el entreteniento que domina las parrillas de todas las cadenas.
¿Era este el propósito máxo de este medio de comunicación? ¿Pretendía el Estado adocenar a la población con contenidos banales o ha sido esto más bien cosa de las televisiones privadas?  

La televisión es un servicio público delegado al sector privado, en España hasta finales de los años 80 no existían los canales privados; los cuales fueron adjudicados no sin una agitada polémica de tintes políticos. Canal + no encajaba en la ley de televisión privada pero eso no fue obstáculo para que se le concediera a Prisa su canal de televisión.        

Dado el nivel de degradación de los contenidos y el incumpliento reiterado de respetar los horarios infantiles se echa en falta parte de los políticos celo para hacer cumplir la ley castigando a los infractores.

 

Resulta muy paradójico y muy sospechoso que mientras se persigue de manera persistente al que incumple al volante o al que no paga sus facturas a la administración se permita tamaña laxitud con las cadenas de televisión.

 

No se puede pretender que un  país mejorare, progrese y se eduque si la actividad diaria excelencia es pasarse horas ante una pantalla, de manera pasiva, mientras el Estado hace mutis el foro y se abstiene en su papel de ente regulador.

 

Hay que regular, no censurar supuesto, los contenidos, la presencia de la publicidad y ser placable con estos empresarios de la agen que a costa del “vicio nacional” excelencia se enriquecen año a año mientras amuerman al personal con programaciones de difícil digestión.

 

¿Se atreverá el PP a ponerle el cascabel al gato televisivo si llegan al poder? ¿Pesará más el no enemistarse con los poderosos grupos mediáticos? ¿Existe la figura del defensor del televidente?

 

La crisis está golpeando duro a las cadenas y es probable que muchas caigan en el camino.

Estaremos atentos, no a las pantallas pero sí a las batallas venir en ese frente.

 

cesarcabo.blogspot.com

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