Lo del Señor Urdangarín pinta mal para el propio interesado, y lo que es peor, para los miembros de la Familia Real en su conjunto. El que, ahora, los diarios hayan entrado en la fase de la presunta defraudación de dineros a la Hacienda pública del tinglado empresarial y financiero montado el Duque de Palma y su socio, quiere decir que la gente ya se pregunta como un yerno del Rey pudo llegar a cometer semejante felonía o permitir que alguien pudiera hacerlo en su nombre. Si es verdad, también, que su esposa formaba parte del Consejo de administración de sus empresas, aunque sólo fuera a modo representativo, le añados además del hito de la responsabilidad penal, el morbo de ver a una Princesa de España acudiendo a un juzgado a declarar. Algo que, según ha contado algún compañero más ducho en asuntos monárquicos, fue el tema de conversación de hace unos días entre el Rey y su hijo político, que tuvo que regresar de Estados Unidos la vía rápida llamado el Monarca. De momento, ESADE se ha cargado como profesor a Diego Torres, lo cual quiere decir que en esta prestigiosa Escuela de Negocios se han tomado muy en serio lo que está pasando y que no quieren salpicaduras. Lo que ahora desconocemos es la fecha del calendario en la que el Juez Instructor va a llamar al Duque de Palma a declarar y qué no lo ha hecho ya. Habida cuenta que el no hacerlo está llenando de noticias los diarios, que no favorecen en nada la agen pública del mismo Rey, que tendrá que actuar con contundencia contra “el sospechoso”, al que debe hacer cumplir con la ley como lo hacen la mayoría de sus súbditos. Si, al final, lo de Iñaki Urdangarín resultara ser un montaje o un tremendo caso de deslealtad societaria, estamos seguros que la mayoría de nosotros nos llevaríamos un tremendo alegrón, aunque, mucho me temo, desde mi insignificancia mediática, que la historia descrita es, incluso, mucho más borrascosa de lo que se ha publicado.
Manuel Fernando González
Editor y Director