19 / EL GENERAL MILANS DEL BOSCH

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Esta semana quiero hablar de don Jae Milans del Bosch y Ussía, el general que participó en la intentona del Golpe de Estado del “23F” y la que fue expulsado del ejército tras ser condenado un Tribunal Militar. Pero, para hablar de un Milans del Bosch, no hay más remedio que ascender el árbol genealógico de la familia (toda de origen catalán), ya que los Milans del Bosch han ocupado muchas páginas de la Historia de España durante los siglos XIX y XX.

 

 

PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / Julio Merino. El prero de la saga fue don Francisco Milans del Bosch Arquer uno de los militares que se destacaron en la Guerra de la Independencia y el creador de los “migueletes”. Durante la década absolutista se opuso al tirano Fernando VII. El segundo fue su hijo Lorenzo Milans del Bosch y Mauri, uno de los héroes de la Prera Guerra Carlista en el bando “cristino”. Fue amigo personal del general Pr. En el Sexenio Democrático (18681874) fue Capitán General de Castilla y se retiró del ejército al restaurarse la dinastía Borbónica. El tercero fue Joaquin Leon Milans del Bosch y Carrió, sobrino y protegido del anterior, pues quedó huérfano a los tres años. Luchó en la Tercera Guerra Carlista, bajo las banderas del rey Alfonso XII y participó en las guerras de Filipinas. Tras el fin de la Prera Guerra Mundial (1918) fue nombrado Capitán General de Cataluña y más tarde, durante la Dictadura de Pro de Rivera, Gobernador Civil de Barcelona. Tras la sublevación militar del 18 de julio de 1936, no quiso abandonar Madrid y el 30 de agosto fue detenido un grupo de milicianos rojos y sin juicio alguno, fusilado en las tapias del cementerio del Este. El cuarto fue Jae Milans del Bosch y Núñez del Pino, hijo del anterior. En 1932 participó en el alzamiento del General Sanjurjo. En 1936 se sumó al alzamiento de Franco y durante el Régen nacido de la victoria del 39, ascendió hasta el grado de Teniente General. Tenía la medalla individual al mérito militar.

 

Y llegamos al quinto militar de la familia, Jae Milans del Bosch y Ussía. La vida de éste fue muy curiosa. En 1934 ingresa en la Academia de Infantería de Toledo y allí le sorprende la Guerra Civil. Y como cadete combatió en el Alcázar de Toledo a las ordenes del Coronel Moscardó, donde recibió su prera herida de guerra. Liberado el Alcázar se integró en la VII Bandera de la Legión, con la que combatió hasta el fin de la contienda. En 1941 fue uno de los muchos oficiales y jefes del Ejército Español que se unió a la División Azul para combatir contra los comunistas rusos al lado de Alemania.

 

Pero, Jae Milans del Bosch y Ussía, era algo más que un militar, su gran formación cultural y política. Durante varios años fue agregado militar en las embajadas de España en Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay, desde donde llegó a ser un verdadero experto en temas hispanoamericanos. Durante ese tiempo hizo varios cursos en los Estados Unidos. Fue siempre un hombre de Estado Mayor y teórico de las estrategias y tácticas militares, aunque le gustaba más mandar tropas y la vida militar al aire libre y maniobras. En 1971 fue ascendido a general de brigada y recibió el mando de la XII Brigada de la División Acorazada Brunete, de la que fue nombrado Jefe al ascender a General de División en 1974. En 1977, ya en la Transición, fue ascendido a Teniente General y nombrado Capitán General de la III Región Militar, con sede en Valencia. Al igual que todos sus antepasados fue un monárquico convencido y el buen trato que había tenido con el entonces Príncipe de España y hasta amigo personal de don Juan Carlos.

 

Tal vez eso sorprendió su presencia en el Golpe del “23F”. Nadie se esperaba ni podía creer en aquellos momentos, que un general tan monárquico y tan fiel a la Corana pudiese estar contra el mismo Rey, al que le rendía mayor pleitesía que otros. Y, sin embargo, los hechos demostraron que él, junto con el general Armada, fue el organizador de la intentona golpista. Tampoco quedó nunca claro, si las instrucciones que le daba el general Armada, incluso siendo de un rango militar inferior, venían o no venían directamente de S. M. el Rey, aunque él siempre alegó que todo lo que había hecho lo había hecho convencido de que el Rey así lo quería.

 

Bien, y hecha esta introducción, quiero hablar del Milans del Bosch que yo conocí y traté durante la década de los 80. Tuve mi prera entrevista con el general Milans cuando ya estaba retenido en los cuarteles de Fuencarral de Madrid. Yo era entonces director del “Heraldo Español” y pensé que ante tantas interrogantes que había en el “23F”, lo mejor era entrevistarle personalmente. A través de sus abogados conseguí que me recibiera, pero en cuanto nos saludamos y nos sentamos fue tajante: “Amigo Merino, sé a lo que vienes y lo que te propones. Pues, quítatelo de la cabeza. Porque yo no voy a hablar de nada, ni contigo ni con nadie, hasta que no llegue el momento que tiene que llegar. Así que hablemos de lo que tu quieras menos del “23F””.

 

Ante esa disposición no me quedó otra alternativa que hablar de otros temas, aunque principalmente la conversación se centró en el terrorismo, en aquellos momentos tan a flor de piel de los españoles. Y en este sentido me sorprendió las ideas tan claras que tenía al respecto el general. Según él, y estudioso como era de las guerrillas y del terrorismo hispanoamericano, a la ETA sólo se la podía vencer desde el Estado de Derecho tres vías: había que pedir el fácil acceso de los terroristas a las armas y a los explosivos; había que cortarles todas las vías económicas y había que contrarrestar las bases ideológicas de los posibles spatizantes de la banda en el País Vasco. Y además el Gobierno Central tenía que marcar al Gobierno de Euskadi y a todos los más o menos partidarios del independentismo dónde estaba la raya roja de la que no se podía pasar ni un milímetro.

 

Aquel día me salí del cuartel de Artillería como había entrado. El “23F” seguía siendo para todos una incógnita. Ya no le vi hasta que no estaba preso, con los demás detenidos, en la prisión de Alcalá de Henares. Tampoco allí, aunque en un ambiente de camadería total entre los Torres Rojas, Tejero, Ibáñez, Pardo Zancada y otros, se habló expresamente de las plicaciones Reales y Políticas, que era la gran interrogante. Al General Armada que también estaba allí le habían apartado del grupo, que le consideraban el “gran traidor”.

 

Tuvieron que pasar dos años más para poder hablar largo y tendido con el general Milans. Eso sucedió cuando ya había sido condenado y juzgado a treinta años y expulsado del ejército. Ya era su abogado Santiago Segura Ferns, mi coautor de “Jaque al Rey” uno de los preros libros que se publicaron sobre el Golpe (editorial Planeta). No fue una entrevista aislada, ya que algunas semanas me iba con Segura hasta Galicia, para leerle lo que íbamos escribiendo sobre el aconteciento.

 

Naturalmente, no es este el momento de reproducir aquellos diálogos que todavía conservo. Pero sí creo interesante reproducir parte del prólogo que de su puño y letra escribió para nuestra obra. Milans escribió estas palabras que yo reproduzco ahora:

 

 

“A lo largo de mi vida militar he sido mucho más hombre de acción que de despacho; de mando directo, que de elucubraciones técnicas. Naturalmente, he tenido que ocupar destinos en Estados Mayores, Agregadurías Militares y de profesorado, en los que me ha sido forzoso dedicar muchas horas al estudio y elaboración de propuestas, informes, temas, memorias, planes y órdenes, pero nunca era eso lo que más me agradaba; lo que me ha seducido, siempre, ha sido el campo, el contacto con las Unidades, sus mandos y soldados, y los ejercicios difíciles al aire libre, que es donde de verdad se templa el espíritu, se curten los cuerpos y se resuelven los problemas que el mando plantea en el terreno y los medios disponibles.

 

En los mandos que he ejercido, desde Regiento a Región Militar, nunca llevé al despacho otra cosa que un índice de cuestiones bien meditadas. Allí las discutía con mis jefes de Plana Mayor o de Estado Mayor y sobre la marcha decidía. De no haber recibido orden en concreto, nunca pasé a lpio mis lecciones o conferencias. Lo que sí llevé, siempre, fue el índice de los puntos a tratar y las notas precisas para las cosas dudosas o polémicas.

 

Con lo expuesto quiero decir que es la prera vez que me ha sido pedida una colaboración como ésta: prologar un libro o, lo que es igual, hacer su presentación o abrir sus páginas al lector. Y la he aceptado sin poner “peros”, de inmediato. No podía negarme tres razones fundamentales:

 

  1. Porque en los sucesos del “23F” y proceso subsiguiente he sido y soy uno de los principales protagonistas. No digo el prero, que no es cierto. Ese honor le correspondió entero a Su Majestad el Rey (el subrayado es mío).
  2. Por lealtad y amistad con Santiago Segura Ferns, uno de los autores, que ha sido mi abogado defensor en el Recurso de Casación ante el Tribunal Supremo; lo sigue siendo ante el Constitucional y espero, confiado, que continuará en dicho cometido mientras haya posibilidad de recurrir y los fallos anteriores me sigan siendo desfavorables.
  3. Por gratitud, tanto a Segura como a Julio Merino, el honor con que me distinguen y el servicio que con este libro prestan a la verdad, a la Historia y a España.

 

Huyo de la pretensiónsería osadía de hacer la presentación de los autores, pues ambos son de sobra conocidos: uno como jurista y otro como periodista e historiador. En todo caso, el lector tendrá ocasión de saber quiénes son cuando se adentre en el campo, bien trabajado y documentado, de esta obra.

 

Dejo, pues, a los autores y voy a pasar a la obra, al libro, pero antes quiero dejar bien sentado lo que sigue:

 

  1. Sé que mi formación, mis palabras pueden resultar muy crudas, muy directas, incluso muy duras…lo siento, pero son veraces y responden a mi estilo y a lo que estoy acostumbrado a hacer.
  2. Que me mantengo en la versión de los hechos tal como la expuse en mis declaraciones y testonios a lo largo del proceso y muy especialmente en mi alegato final, que ha sido recogido íntegro, en el capítulo 9 del libro bajo el epígrafe “Milans del Bosch: el alegato de un hombre de honor”.
  3. Que, lo tanto, ni estoy conforme, ni acepto, ni acatola padezco y la sufro, eso sí la sentencia; la sencilla razón de que no me considero, moralmente, culpable. Seré responsable de haber sacado las tropas a la calle, de haber publicado los dos manifiestos, de haber dado todas las órdenes, pero no de haber cometido un delito, que existían y siguen existiendo sobradas razones que justifican aquellas medidas.
  4. Que el “23F” ni a lo largo del proceso 2/81 llegué a comprender la actitud del general Armada, incoherente, a mi juicio, con sus creencias y convicciones. Comprendo, admiro y me descubro ante la persona que es capaz de llevar su lealtad y fidelidad hasta el sacrificio de su propia vida, pero eso no es moralmente admisible cuando con esa actitud se irrogan graves perjuicios a terceros, y máxe si afectan a su honor. La explicaciónpara mi inadmisible a su conducta es que se preocupó, siempre, mucho más de la coartada que de afrontar con decisión y resueltamente su responsabilidad. Eso explica su cuidado no tener nunca más de un interlocutor; el no acudir a reuniones que se habían acordado cuando eran varios los concurrentes; los recados que me envió con el coronel Pardo de Santayana; y, fin, el que el día señalado no se encontrase en la Zarzuela él, ni estuviese un general en su despacho, como me había dicho telefónicamente. Prefirió aparentar que era arrastrado los acontecientos y, ante los hechos consumados, ofrecerse para reconducirlos.
  5. Sé que se ha pretendido que yo recabase para mí toda la responsabilidad los sucesos, sin involucrar ni al Rey ni al general Armada. Pero yo he dicho y diré siempre la verdad y eso no es cierto. Quiero dejar bien claro que ya recabé esa responsabilidadtoda la responsabilidad en cuanto a órdenes que di, medidas que adopté y colaboraciones que busqué. Es más, en mi testonio o alegato final, pedí también para mí la de todos aquellos que “no han sabido o no han querido hacerse responsable de sus actos” y añadía “junto con mi mayor desprecio para ellos”. Lo que no puedo hacery no lo haré es decir que me inventé lo del respaldo del Rey, respaldo del que tuve “la certeza moral absoluta”, y la tenía “quien actuó como confidente suyo, alguien a quien yo considerabaentonces digno de todo crédito”. También se me pedía no involucrar a Armada, pero eso sería mentir, y no lo hice ni lo haré que si lo hiciera incurriría en falsedad. Soy muy celoso de mi honor y no estoy dispuesto a dejarlo en entredicho ante todos aquellos que fueron y son mis más leales subordinados. El honor, para mí, es patronio irrenunciable: no existe razón de Estado suficiente que justifique tal renuncia”.

 

Al terminar de leer estas palabras y antes de seguir adelante, me preguntó:

 

        Bueno, Merino, ¿responde el apartado a) a tus interrogantes sobre el Rey?

        Pues no del todo mi General (yo le seguí llamando así que siempre he considerado que los grados militares son como títulos y aunque a un médico o a un abogado se les expulse de sus Colegios respectivos y se les prohíba el ejercicio de su profesión, siempre serán médicos o abogados). Usted dice que fue uno de los principales protagonistas y añade “no digo el prero, que no es cierto. Ese honor le correspondió entero a Su Majestad el Rey”. Pero no aclara qué protagonismo ejerció el Rey esa tarde, noche madrugada y eso no es lo que quieren saber los españoles, los españoles lo que quieren saber es si el Rey estaba detrás o no del Golpe del “23F”

 

Entonces Milans quedó callado y se entretuvo encendiendo un nuevo cigarrillo, después sólo dijo:

 

        Pues, lo siento amigo mío, no puedo decir más. A buen entendedor, creo, con pocas palabras basta.

 

Pasó otro tiempo, y ya publicado “Jaque al Rey”, me fui otro día hasta Galicia para llevarle uno de los preros ejemplares publicados Planeta y aquel día si que me sorprendió. Porque en un momento dado sacó de una carpetilla verde unos folios que me entregó para que los leyera allí mismo y en su presencia. Nunca me había hablado de ello hasta ese momento. Tal vez ello mi sorpresa fue tante. Aquellos folios, los reproduje muchos años después en mi libro “Tejero, 25 años después”, pero su interés los reproduzco aquí también:

 

PLAN DE OPERACIONES

 

Punto 1: Entre las 5 y las 7 de la tarde el teniente coronel Tejero, con fuerzas de la Guardia Civil, entrará y tomará el Congreso de los Diputados y retendrá al Gobierno en pleno y a toda la clase política hasta la llegada de “una autoridad militar”. Sin sangre y con la mína violencia.

 

Punto 2: Si este prer paso sale bien y sin problemas mayores el general Armada se trasladará a la Zarzuela para desde allí, y con el Rey al lado, coordinar la postura de los capitanes generales de las nueve Regiones y las de Baleares y Canarias.

 

Punto 3: Con el “OK” de los capitanes generales, que habrán actuado orden: prero Valencia, luego las división Acorazada Brunete en Madrid y después la II, la IV, la V, la VI, la IX, la VII, etc., y el control pacífico de la situación a nivel nacional el general Armada se trasladará al Congreso de los Diputados retirará del Hemiciclo a las fuerzas ocupantes y ofrecerá al Pleno la formación de un “Gobierno de Concentración” presidido él e intervendrán los líderes políticos “consensuados” para apoyarlo y votarlo.

 

Punto 4: Una vez aceptada la “solución Armada” la mayoría del Congreso, el presidente de las Cortes se dirigirá a la Zarzuela para informar a S.M. el Rey y S.M. dará buena la decisión parlamentaria y constitucional y abrirá una rápida tanda de consultas con todos los líderes de los Partidos, que se irán trasladando a la Zarzuela sin pérdida de tiempo.

 

Punto 5: Evacuadas las consultas y con asentiento de los líderes políticos, el Rey autoriza al presidente de las Cortes para que anuncie el nombramiento del general Armada como nuevo presidente del Gobierno… y con la aprobación y la presencia de todas las autoridades obligadas se trasladan a la Zarzuela y Armada jura su cargo.

 

Punto 6: Llegado el momento de la votación favorable al general Armada el teniente coronel Tejero se retira con sus fuerzas y queda a disposición del nuevo Gobierno.

 

Punto 7: Una vez resuelta la situación S.M. el Rey se dirige a la Nación Televisión Española y da concluido el “golpe”.

 

Punto 8: A la mañana siguiente, ya día 24, aparece en el BOE el nombramiento de Armada, se produce el relevo en Presidencia y se hace público el nuevo Gobierno.

 

Punto 9: Ese mismo día 24 se celebra un Pleno extraordinario conjunto (Congreso y Senado) en el que el Rey resume la situación y pide la máxa colaboración de todos en bien de España.

 

Cuando terminé de leer estos folios no pude contenerme y casi en plan ametradallor le hice estas preguntas: ¿Cuándo conoció, mi general, este “plan de operaciones”? ¿Había participado usted en esos puntos? ¿Alertó usted a los principales jefes plicados a sus órdenes? ¿Sabía de este plan de operaciones el Teniente Coronel Tejero cuando tomó el Congreso? ¿Por qué no sacó usted, esto en el juicio de campamento?… Milans cortó mi interrogatorio y dijo:

 

        Tranquilo, Merino, tranquilo. Yo no supe de ese Plan concreto hasta después de la audiencia que tuvo el general Armada con el Rey el 13 de febrero. El general Armada me lo hizo llegar a Valencia la madrugada del día 20. No, no informé a ninguno de mis ayudantes ni tampoco al teniente coronel Tejero. Joder, si le hablo a Tejero de este plan se echa atrás y no toma el Congreso.

        Pues, mi general, eso fue una traición a sus hombres.

        ¡No, y no!. A aquellas alturas de la película ya no podíamos dar marcha atrás y más convencido de que eso era lo que quería el Rey.

        Sí eso está muy bien, mi general. Pero usted sabe muy bien que Tejero no habría entrado en el Congreso si llega a saber el Plan de operaciones de Armada. Como más tarde, ya en la madrugada y dentro del Congreso, se opuso a aceptar la lista de Gobierno de Concentración que pretendía sacar adelante Armada.

        Merino, sólo quiero añadirte una cosa más hoy. El día 13 de febrero, o sea, 8 días antes de “aquello”, el general Armada me llamó teléfono y solo me dijo: “OK, Jae. Así se ha aprobado”.

 

En fin, aquí lo dejo. El General Milans del Bosch y Ussía murió años después (1997), oficialmente, médicamente, de un tumor cerebral, anímicamente de pena y desilusiones. Como antes había muerto Torcuato Fernández Miranda y luego moriría Sabino Fernández Campo.

 

 

 

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