Engaño y picaresca en las ofertas bancarias

luis_aparicio
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Yo voy un poco más allá de Rousseau y creo que aunque civilizado, el ahorrador en productos bancarios, el inversor en Bolsa es un buen salvaje (con todo el respeto) que siempre obra abrazado a la candidez y si se equivoca es que alguien no le ha explicado bien el producto, la acción, el riesgo. Es un arquetipo, un modelo que se asume. Nadie escribe para los ladrones, los crinales, los violadores. En el aginario del periodista su lector es San Juan de la Cruz con bata y zapatillas.

 

No dudo de la falta de escrúpulos de muchas entidades financieras, de muchos directores de sucursal obligados a cumplir unos niveles de comercialización exigidos desde las provinciales, desde la central. En España, en general, la experiencia financiera no es buena. Una elevada inflación endémica a nuestra economía y una estrategia de las entidades en busca siempre de prar su ganancia sobre la de su cliente, explican a mi entender el gusto los inmuebles de los españoles y el éxito de sus bancos aquí y en los lares que se han instalado.

 

Como tantas veces hemos explicado en estas páginas, las entidades ocultan o minizan los riesgos de muchas de sus ofertas. O colocan directamente productos que no tienen sentido para determinados perfiles de personas. Ya he contado algunas veces de la anciana que me llamó al periódico asustada que tenía un fondo del japonés Nikkei al que había destinado recomendación de su director de sucursal todo el ahorro que tenía, que en honor a la verdad no era mucho. ¿Qué hacía esta cándida viejecita comprando bolsa japonesa?

 

Tampoco las medidas que desde los organismos supervisores se han puesto en marcha y aquellas otras provenientes de la legislación comunitaria han variado mucho las cosas. Ahí tenemos las normas de la Mifid con cuya regulación se han perpetrado las últas tropelías que tienen como paradigma la venta a particulares de las participaciones preferentes.

 

No hay sanciones públicas y ejemplarizantes como ocurre en otros países. Solo en los casos más graves y llamativos se conoce algún nombre, fruto de que las calles se llenan con unos centenares o millares de afectados. Pero todo pasa oculto sin que el que ha obrado mal pase el trago de sotar el escarnio del gran público y el de sus colegas. Recientemente conocíamos una modesta sanción económica a un banco español en Inglaterra la venta de unos productos estructurados a clientes particulares.

 

Aquí la banca sigue blindada en cuanto a sanciones en la relación con los particulares, partiendo de la base de que el Banco de España es un órgano auditivo, consultivo pero que aquí prefiere no molestar con multas o publicidades negativas a las entidades que supervisa. Vamos, que o se comete un delito o no hay nada que hacer.

 

Creo que mi postura está bastante clara en cuanto al comtamiento de muchas entidades y dónde deberían ir los tiros en cuanto a sanciones y amonestaciones públicas. Y ahora de forma arbitraria y totalmente desprocionada en cuanto a extensión, indicar también que a muchos inversores cuando les salen mal las cosas ponen cara de cándidos y quieren acogerse al “me engañaron, yo no sabía nada, no creía que podía perder dinero”.

 

Quién recibe un bono el 7% cuando sus hermanos rentan el 5%, deberá preguntarse a qué viene esa generosidad para que le expliquen los riesgos. Splemente aplicar la máxa castellana de que nadie da duros a peseta. Una diferencia que no justifica que a nadie le engañe, pero que sí explica que pueden pasar cosas más buenas y cosas más malas.

 

Todo el mundo sabe que si se compra un bono convertible y está obligado a convertir acabará teniendo acciones. ¿Le interesa comprar acciones? ¿Le interesa estar en Bolsa?. Eso es lo prero que hay que preguntarse. Ya se sabe que en la Bolsa se puede ganar mucho y perder también muchíso, casi todo.

 

Hay operaciones claras, diáfanas, que han salido mal y punto. Si no se entendieron, no haber entrado en ellas; que las condiciones eran muy arriesgadas, haberse conformado con un “tranquilo” depósito al 3%. ¿Engaño? ¿Autoengaño? ¿Intentar pescar en el río revuelto de la candidez?

 

LUIS APARICIO

Director de Contenidos de INVERTIA

www.invertia.com

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