Sobre calidades (periodísticas y políticas)

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Salir a estas alturas del partido afirmando que cada día más con demasiada frecuencia los medios de comunicación se olvidan de que su razón últa de ser es el consumidor, puede parecer pueril; aunque no es menos cierto que quizá en ello se encuentre el cada vez mayor grado de desprestigio de este sector entre la sociedad española y que es parejo y silar al de la clase política.

 

El emputeciento al que ha llegado la política española termina inexorablemente siendo trasladado a la sociedad los diferentes medios, no en vano los políticos son uno de los referentes de los ciudadanos y los medios los eslabones que unen ambos mundos.

 

El día a día nos presenta claros ejemplos en los que queda patente el lacerante abandono de los compromisos que los medios tienen para con sus destinatarios finales, y aunque la retahíla de casos es más que abundante en las hemerotecas, las videotecas o las fonotecas, la actualidad de este mes de agosto, ligada al adelanto electoral en el País Vasco, es un buen punto de apoyo para que afloren dos casos que evidencia esa falta de compromiso a la que se alude en el comienzo de esta reflexión.

 

El prero de ellos hace referencia a la matraca que durante meses el Partido Popular, jueves tras jueves y púlpito tras púlpito, propalo sobre una supuesta connivencia entre la policía y la ETA en el escenario del bareto Faisan, lo que hizo concebir esperanzas de que cuando el PP llegará el poder, todo aquel escabroso asunto se aclararía.

 

La realidad fue otra. El PP llegó al poder, vio y nada sucedió. Y los medios de comunicación, los de los púlpitos, guardaron silencio en posición genuflexa   y a otra cosa, mariposa. ¿Y van…?

 

Más de lo mismo. A las pocas semanas de que el PP ganara las elecciones se produjo una sorprendente entrevista del presidente saliente, Rodríguez Zapatero, con el ministro del Interior entrante, y como es norma en todo país con calidades democráticas elevadas, nadie tuvo mayor interés en informar a los ciudadanos, que son los que sostenemos el muñeco y hoy, ocho meses después, son muchos los que siguen esperando que algún medio de comunicación ejerza de tal y trate de hacer algún gesto que incomode al ministro de turno.

 

Hemos llegado a un punto en el que medios y políticos parecen rebozarse en el mismo barro, sin ser conscientes de que cada vez es más profunda la brecha que los separa de los ciudadanos que no parecen dispuestos, en muchos casos, en protagonizar una obra de Orwell.

 

Carlos Díaz Güell es editor de Tendencias del Dinero e innovaspain.com, profesor de la UCM y consultor de comunicación empresarial 

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