Una imagen vale más que mil palabras (y más en un debate electoral)

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Enrique Pascual, consultor de comunicación.Los americanos saben hacerlo. Montan su pequeño Hollywood para que 60 millones de ciudadanos del país del dólar asistan a un debate electoral que decidirá las elecciones. Y los candidatos, conscientes, ponen toda la ca en el asador.

 

Jefes de campaña, redactores de los discursos, estilistas y todo un elenco de acompañantes analizando paso a paso todo lo que sucede y, qué no, monitorizando y poniendo pros y contras para ver hacia qué lado se inclina la balanza. Se controla todo para que no suceda lo que a Nixon, en los 60, cuando en el prer debate emitido televisión se agarraba a la silla nervioso mientras Kennedy se sentaba relajado con las piernas cruzadas, detalle que contribuyó a que ganara el ‘combate’ y las posteriores elecciones.

 

Entremos en faena. Una gran enseña de la nación americana preside un escenario con alfombra roja, sple pero cargado de motivos americanos, estrellas, colores de la bandera y dos atriles de madera enfrentados, a destacar la silla del presentador, parecida a la de un alto directivo, para marcar las diferencias y resaltar a quién dirige el cotarro, periodista de avanzada edad y con muchas tablas, capaz de enfrentarse a dos depredadores, probablemente los mejores oradores del mundo.

 

En resumen, toda una suerte de parafernalia para meter más en situación a los espectadores.

 

Los dos candidatos visten camisa blanca, sin gemelos, y Obama elige el azul para su corbata, un color diplomático. Romney apuesta el rojo para este complemento, signo de agresividad, de la pasión y del empuje que, unido a su excesiva gesticulación, le hacen salir de la pantalla literalmente. Romney luce una bandera americana en la solapa mucho más grande que Obama, que elige una mucho más discreta, señal clara de lo que después van a expresar los dos candidatos: Romney con un discurso altamente conservador: “América para los americanos”, y Obama con un discurso democrático y conciliador: “América, aliado del resto del mundo”.

 

Es gracioso observar cómo aceptan las preguntas como si les vinieran de nuevas, cuando llevan semanas preparando cada una de ellas.

 

Empezamos el debate (ojo que aquí es cuando muchos lo ganan o lo pierden):

 

El inicio es clave, en este caso cordial, pero es cuando los candidatos tienen que estar más comedidos, agradecidos y, sobre todo, deben controlar los nervios iniciales, pues saben lo que se juegan. No hay margen para el error. Hay que mezclar información, programa electoral, control de nervios y lo que es más tante, hay que manejar a la perfección el balance entre lo que es serio y el chascarrillo, algo que Romney hace a la perfección. Prera aparición de Obama que a mi juicio pasa sin pena ni gloria y no ata titular alguno, no engancha como solía hacerlo, apela, sobre todo, al patriotismo económico, pero se ve a un Obama más cansado y relajado que en otras ocasiones, que prefiere dejar los ejemplos para más adelante. Romney aprovecha, lanza un chascarrillo mirando al público de forma distendida y felicita irónicamente a Obama su aniversario, se detiene, mira a cámara, serio, pone dos ejemplos, humaniza automáticamente su mensaje, lo que engancha al espectador y le pega, literalmente, a la pantalla: “Ayer una persona agarró mi brazo y me dijo que llevaba sin trabajo desde Mayo, para, a renglón seguido, pedirme ayuda” y vuelve a lanzar otro ejemplo demoledor para Obama: “Otra mujer, con un bebe en brazos, me dijo, que su marido había tenido 4 trabajos en 3 años, y que después de perder su últo trabajo les han quitado la casa. Igualmente, me ha pedido ayuda”. Son dos ejemplos que ponen en práctica lo que tiene que tener un buen orador y lo tanto un gran debate: poner al espectador en una situación real, si puede ser de un caso humano, mirar fijamente a la cámara y denunciar algo que pasa pero que además involucra al espectador para, acto seguido, dar una respuesta contundente, a poder ser en puntos claros, 5 puntos: A…B…C… lo que la gente utiliza normalmente para explicar algo. Romney explica en dos minutos los problemas de los USA y da sus 5 soluciones, algo que Obama, más relajado y en posición clara de ventaja en las encuestas no hace. Los preros minutos son claramente para Romney, el aspirante.

 

Analizando el mensaje, toda una amalgama de cifras plagada de puntos, comas, números, centajes, miradas, gestos pero, señores, ningún papel de medio en el que apoyarse, Romney plantea que USA sea autosuficiente y consuma lo que generan para no depender de otros mercados. Con la creación de empleo y la colaboración con América Latina le mete el dedo en el ojo a China llamándoles indirectamente tramposos, se centra en la creación de escuelas de calidad y en el apoyo incondicional a las PYMES, pues según él las empresas pequeñas de los USA prefieren instalarse en otros países. Apela a la vitalidad, a los valores y a la moral. Romney es indudablemente más directo que Obama y mucho más convincente, le machaca a preguntas y acusa constantemente y sobre todo, ata cifras algo que Obama también hace. Las cifras son tantes que atan mucho valor al mensaje.

 

Obama se centra en lo que ya está haciendo pero parece más de lo mismo, apela a empresas extranjeras invirtiendo en USA y se abre más al mundo que un Romney que parece creer en unos Estados Unidos autosuficientes y sin tanta dependencia del resto del mundo. Obama apela a las energías renovables y a cambiar el petróleo el viento y la energía solar. Obama duda mucho, y titubea de forma excesiva, algo propio en él.

 

Vayamos al mensaje final. Obama empieza y vuelve a titubear, lo que le hace poco convincente, en este caso decide poner dos ejemplos y humanizarlo, no mira a la cámara y mira al presentador lo que hace que no enganche, no se le ve cómodo con el discurso, solo mira a la cámara al final del mismo, cuando quiere dirigirse a los americanos, pero lanza un mensaje que no convence. Romney decide dirigirse a los americanos mirando directamente a la cámara, algo agresivo y arriesgado pero le sale bien. Mensaje directo: “Crearé trabajo, bajaré las tasas y beneficiare a la clase media. No quitaré el presupuesto a nuestra defensa”. Cabe destacar el beso de los candidatos a sus respectivas mujeres, casi sincronizado, después del debate, así como el abrazo a sus hombres de confianza.

 

Creo que Romney ha ganado el debate. Su apuesta ser directo y más agresivo responde a lo que buscan los americanos: soluciones rápidas y certeras, tomadas con determinación.

 

Además, ha sabido utilizar su tiempo a la perfección controlando todos los factores (cámara, silencios, miradas) y ha tenido un final contundente, frente a un Obama mucho más apagado, titubeante y que no deja grandes titulares. Esta vez no ha controlado el medio como suele hacer, habrá que ver el segundo debate y comprobar si Obama continúa con la pasividad como base de su estrategia electoral o finalmente pasa a la acción.

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