El mantra tóxico

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‘Tenemos el mejor sistema sanitario del mundo’. Año tras año, desde hace más de dos lustros, no había discurso del sector que no incluyera tan rotunda aseveración. Todo personaje que se preciara de conocer el ámbito sanitario debía pregnar con esta letanía colectiva a su audiencia. Como si de nuestro común cromosoma X se tratara, todas las piezas humanas del puzle sanitario compartíamos tan solemne declaración. Y el mensaje somatizó. Con todas sus consecuencias.

 

 

Listas de espera variadas y siempre presentes. Deuda creciente e inabordable de las comunidades con proveedores de medicamentos, tecnologías y servicios. Competencia desbocada entre comunidades para ofertar servicios universales. Desmotivación del personal sanitario. Gestión Clínica minizada. Politización sanitaria. Todas estas situaciones y más, eran obviadas. El cristal ahumado la retahíla pedía ver el bosque. Enajenación colectiva.

 

Sucedió en Madrid, Palacio de Congresos. 11 de enero de 2012. Conferencia promovida la Fundación Bamberg. Un tal Emilio Moraleda, rompe el hechizo. Este expresidente de Farmaindustria, ex de muchos e tantes cargos en compañías multinacionales, sabio, modesto y tenaz como sólo los grandes líderes son y como tal envidiado presuntuosos altivos e inanes se rebeló contra el soma de este ‘Un mundo feliz’ sanitario. Rompió el conjuro tras sentenciar: ‘Es una mentira que nuestro Sistema Sanitario sea el mejor del mundo ya que está quebrado’.

 

Desde entonces, el globo narcotizado de la gran mentira colectiva hecha credo, se ha ido desinflando rápida y progresivamente. La frase mágica ha sido relegada al banquillo dando el brazalete de capitán a la cornucopia de las ineficiencias.

 

No me corresponde el análisis políticosanitario de la situación. Como comunicador, sí me corresponde el de las plicaciones y consecuencias de este tipo de mensajes ayer en la sanidad, otrora en diferentes ámbitos creados y asentados como si hubiera intervenido el orwelliano Ministerio de la Verdad (Minver).

 

El efecto indeseable más profundo originado este principio de comunicación con base en Goebbles, es que todos los plicados se desenfocan de la realidad. Cualquier argumento que trates de establecer para evidenciar la verdad choca contra ese muro transparente pero penetrable de lo repetido, lo establecido, y lo asumido como dogma. Como consecuencia, el contenido real marca un paso y el continente que lo aloja pierde el compás.

 

Tras esta manipulación colectiva de la realidad, a través de la mentira mil veces repetida hasta hacerla verdad, nadie aborda ésta, sus problemas reales, sus consecuencias y su devenir. Y así ocurre. Cuando alguien visionario, liberado de ataduras y prejuicios niega la mayor y se desvela como el desfacedor del encantamiento, la realidad surge, hiperdensionada la falta del bisturí preventivo. Y entonces el remedio es, casi siempre, dramático. A los hechos me remito, sin ir más lejos, en Sanidad.

 

Lo público está salpicado de continuos ejemplos parecidos. Y lo privado también. Con frecuencia. En este ámbito, dirigentes, que no líderes, contaminan a sus dirigidos con mensajes que les van separando de la realidad cotidiana para instalarse en el surrealismo. Los intereses, casi siempre personales, les obligan a crear sus pócas mágicas en forma de mensajes que administran en dosis convenientemente calibradas. Y la organización se pregna del mensaje envenenado. Y no reacciona. Inmutable. Si alguien contradice se le excluye ‘….No estás alineado con la organización…’. Cicuta retard.

 

También desde la comunicación necesitamos analistas críticos con los mensajes que se convierten en dogma y doctrina paralizante. Necesitamos antídotos visionarios contra el curare de la autocomplacencia. Necesitamos bisturís que extirpen estas letanías para evitar las graves consecuencias que, para nuestra evolución, tiene la mentira mil veces repetida o su equivalente, el mantra tóxico.

 

Francisco J. García Pascual (Socio Director de ComDotCom)

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