No hay por qué temer al ‘hombre o a la mujer de un solo libro’

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Se atribuye a Tomás de Aquino la frase ‘Temo al hombre de un solo libro’ (Teo hominem unius libri). Con esta frase se refería al dogmatismo y a las mentes estrechas. Ahora, los tiempos han cambiado y no hay qué temer a personas como María Dolores Masana Argüelles, que su forma de trabajar queda muy alejada de los niveles que otros periodistas han demostrado en España y en el extranjero. 

 

 

María Dolores Masana obtuvo el título de periodista la antigua Escuela de Periodismo de Barcelona, pero no consta que sea Licenciada en Ciencias de la Información. Es decir, ella no consideró que profundizar en sus conocientos mereciese su tiempo, pero sí lo ha encontrado para dedicarse a puestos como Presidente de Reteros sin Fronteras o Vicepresidenta de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE).  Y en sus muchos años de práctica del Periodismo sólo ha escrito un libro. Uno solo.  Desde luego, hay cientos y cientos de periodistas que han escrito varios o muchos libros. Y de mucha más calidad que el suyo.

 

La gran distancia que va de María Dolores Masana a Oriana Fallaci

 

Como Masana es mujer, resulta inevitable compararla con Oriana Fallaci. Pero ¡qué diferencia entre una y otra! ¡Qué abismo de conocientos y de prestigio! El libro de Masana se titula  Princesas del Islam. Lo publicó en 2004. Dice en el Prólogo: ‘Este libro se centra especialmente en la condición de la mujer musulmana. No pretende ser un estudio en profundidad’. Desde luego que no lo es. De 322 páginas de que consta el libro, Masana sólo dedica el diez ciento a entrevistas con mujeres árabes.

 

Esto contrasta con ‘Entrevista con la Historia’, de Oriana Fallaci, de 618 páginas, dedicadas a entrevistas, puras y duras con 26 políticos, los más tantes de los años 6070. Son entrevistas en profundidad, que exigen mucha preparación, en contraste con las breves, no decir brevísas, entrevistas de Masana con mujeres árabes. Es que estamos hablando de niveles de conocientos y de actitud ante la vida muy, pero que muy distantes.  Oriana Fallaci abandonó sus estudios de Medicina, pero tenía muy claro lo que quería: deseaba ser periodista con todas las consecuencias. Nada más. En esto se parece, profundamente, a Truman Capote. Éste supo muy pronto lo que quería en la vida. Una maestra de Enseñanza Praria le enseñó a escribir y la transmitió la pasión la escritura. Y él decidió dedicar su vida a escribir, sin asistir a la Universidad.

 

En cerca de cincuenta años de ejercicio de su profesión, Oriana Fallaci escribió doce libros. Algunos lectores pueden estar en contra de los últos; otros, profundamente de acuerdo. Lo que nadie puede negarle a Fallaci es que estaba muy bien preparada y su decidida vocación.

 

Para ofrecer un panorama de la distancia que hay entre Masana y Fallaci, fijémonos en las seis últas palabras de la Introducción del libro de Masana : ‘In cha Allah. Si Dios quiere’.  Pues bien, la periodista italiana escribió su novela Inshallah, de 720 páginas.

 

¿Es María Dolores Masana la autora única de su único libro?

 

Con María Dolores Masana surgen las dudas de si ella fue la autora integral de su único libro. Reproduzco dos fragmentos del libro: La tada y la pág. 11, de agradecientos. En la tada, resaltan estas palabras: ‘Con la colaboración de Caridad Reixa’. Y en la página 11, agradece la colaboración de seis personas.

 

Uno de los campos de aplicación del Análisis de Contenido en las Ciencias Sociales es el de la ‘autoría disputada’. A mí se me han planteado este asunto al leer el Prólogo, Introducción y Epílogo de este libro y, supuesto, en las demás páginas. Y, ya lo he dicho anteriormente, cuando he visto la gran desproción entre el número de páginas del libro y el de las entrevistas de María Dolores Masana.

 

Entonces, ¿sería mucho pedir que María Dolores Masana haga lo que muchísas personas que escriben? Especifican lo que han hecho quienes han colaborado en su obra. Que concrete en qué ha consistido cada colaboración. Es muy sencillo de hacer.

 

En su gran libro The Powers That Be (dedicado a investigar la historia de la revista Te, de la cadena de televisión CBS, y de los periódicos Washington Post  y Los Angeles Tes), el periodista David Halberstam especifica en las páginas 10291031 las personas que le ayudaron de manera más directa y en qué consistió esa ayuda.  También hace constar, con sus nombres y apellidos, los cientos de personas a las que entrevistó.  Dice que ha respetado la voluntad de las personas que preferían que su nombre no saliese. Y dice lo siguiente: ‘Por término medio, cada entrevista duraba entre noventa minutos y dos horas. Algunas personas me vieron cinco, seis y hasta siete veces. Las entrevistas constituyen algo curioso: son, a la vez, la parte más agotadora de esta clase de periodismo pero, al final, la mejor parte  de la misma, la más valiosa, no exactamente en un sentido profesional  estrecho de conseguir información, sino en un sentido humano más amplio’.

 

Pues sólo hay que comparar las entrevistas de Fallaci y de Halberstam con las de Masana.

 

Y sobre todo, es pensable que Fallaci y Halberstam hubieran escrito cualquier dictamen como el de María Dolores Masana en el Comité de Quejas.  Se hubieran negado rotundamente a acceder a lo que se ha prestado Masana.

 

Un detalle ‘deontológico’ de Masana Argüelles Ya he dejado constancia en mis artículos anteriores de lo que a mí me parecen faltas deontológicas de María Dolores Masana Argüelles en su escrito como ponente. Pues bien, en su libro, llama la atención un detalle que sale en la entrevista a Selma Brahi, periodista argelina.

 

‘Ha perdido el miedo a los terroristas pero… no al régen. ‘No pongas mi nombre, favor me dijo al pedirle la entrevista, mi trabajo es prescindible para la economía de mi casa’.

 

Pues nada, como quien oye llover. Masana Argüelles le hace tres preguntas, sólo tres, y la periodista sale con su nombre y apellido reales. ¿Es que no se planteó Masana lo caro que podrían resultarle a Selma Brahi esas tres preguntas? (El libro salió dos años después de entrevistarla).

 

En resumen: Creo que María Dolores Masana debería abandonar la Comisión de Quejas y dedicarse a estudiar, estudiar mucho más, como Fallaci, Halbertam y miles de periodistas. Creo que no va a hacer ninguna de las dos cosas. Ella se lo pierde.  El único motivo de agradeciento hacia Masana es que nos ha hecho ver a muchos, a demasiados, la gran distancia que hay entre otros países y España en la protección de la libertad de expresión de los periodistas.  La Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología de la FAPE, en su funcionamiento, y dejando al margen la mayor o menor calidad de sus miembros, es una auténtica antigualla en el mundo que vivos. A ver cuándo la actualizan y la ponen al nivel de los tiempos. Una renovación a fondo, vamos. Y nada de resolver Recursos de Reposición quienes han dictado una sentencia.  Si alguna vez, algún año, deciden que los pobres periodistas españoles se merecen el Recurso de Reposición, que no sean los mismos que deciden las sentencias sean quienes  guisen los recursos. Lo mejor que puede hacer la de Quejas es autodisolverse.

 

Como es conveniente insistir en estos puntos, me comprometo a volver a ocuparme de esta Comisión en una próxa ocasión. Sí, lo reconozco, es una responsabilidad aburridísa de asumir, pero responsabilidad ante miles de periodistas y de contribuyentes.

 

FELICISMO VALBUENA

 

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