Compromiso real con la recuperación

xurxo_torres
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El horizonte 2020 de la Unión Europea es ajeno a los temales. Todo se mueve a su alrededor: la crisis económica, el conflicto de Crea, los nacionalismos exacerbados, la radicalización del mapa político europeo… Pero como los acantilados atlánticos, el horizonte 2020 aguanta un envite tras otro.

 

 

Es tante tener esto presente que en 2014 podemos cometer el error de pensar que aún falta mucho para que se cumpla esa hoja de ruta. No es así en modo alguno. Los objetivos fijados en el horizonte 2020 demandan tiempo y capacidad para ser ejecutados. De hecho, estoy convencido de que el desmantelamiento de las renovables nos va a pasar una gran factura en el futuro del que hablo ya que para entonces el 20% de nuestra producción debiera proceder de estas energías. Y no va a ser así. Llegados a ese punto nos veremos abocados a comprar cuota a los países que sí hayan hecho sus deberes como ya sucedió en el pasado con las emisiones de CO2 y, para variar, nos encontraremos con que Alemania es uno de esos países y, también para variar, que el precio de su capacidad renovable no será barato.

 

Pero no toca hablar de la política energética (todavía tenemos seis años para ahondar en el actual desatino) sino de algo más inmediato: la recuperación económica. Y más en concreto aún, del papel que las PYMES están llamadas a desempeñar en este proceso.

 

Por aquello de avanzar rápido en la argumentación, voy a dar hecho y sé que es mucho dar hecho que la recuperación económica es real y que ha venido para quedarsc. Es lo que todos deseamos así que ¿para qué avivar una polémica convenientemente servida en la arena política? Pues eso, avanzo. En España hay 3.195.210 empresas, un total de 3.191.416 son PYMES (99,88%). En definitiva, para bien o para mal, el desempeño de estas organizaciones va a ser básico en la recuperación económica de España.

 

La pregunta que quiero formular es ¿en qué vamos a basar nuestra capacidad competitiva? Todo parece indicar que la reforma del mercado laboral va desempeñar un papel clave en nuestro desarrollo competitivo (mayor flexibilidad, salarios más bajos…). Como empresario se podría presuponer que estoy encantado con este escenario. Como empresario y como consultor no lo estoy en modo alguno. No creo que la definición de nuestra competitividad deba depender tan específicamente de una precarización del tejido laboral. Por supuesto que creo que es preciso actualizar los marcos laborales, dotarles de mayor versatilidad y eficiencia y, a poder ser, adoptar estas medidas con el mayor consenso posible para garantizar su rigor y vigencia en el tiempo. Pero no veo ahí el valor añadido. O al menos, el valor añadido real.

 

Creo en la I+D+i, un campo que, tal como denunció el CSIC hace unas fechas, se mueve en niveles de inversión de hace 10 años. Creo en la Formación, un activo totalmente en entredicho las malas prácticas destapadas en los últos años. Creo en la Cadena de Valor, una estructura amenazada la endeble lealtad existente entre proveedores y clientes. Creo en la Transparencia, una vocación comunicativa con los grupos de interés que se revela cada día como una práctica tremendamente veleidosa. Creo en la competencia, en el marco de ejercicios profesionales sustentados en sectores representativos y consolidados.

 

En fin, todas estas creencias resumen lo que, a mi modo de ver, representa una auténtica Responsabilidad Corativa Empresarial. Y he querido señalar aquellos aspectos más estrictamente ligados al desempeño económico para recordar que no hay que ser toratos a la hora de entender que la RSC debe contribuir de manera objetiva a la mejora de las capacidades competitivas de una empresa. Personalmente, creo que este desempeño económico está incompleto si no se acompaña de verdaderos compromisos en el ámbito social (los niveles de exclusión o riesgo de exclusión social de nuestro país no lo permiten) ni en el ámbito medioambiental (soy de los que sigue creyendo en la sostenibilidad como garantía de futuro para nuestra especie).

 

Si pongo el foco en el desempeño económico es puro pragmatismo 2020. La hoja de ruta de la UE es tremendamente exigente con grandes compañías en el ámbito de la RSC. Y, si esta exigencia no fuera suficiente, la sociedad europea lo es todavía más. Esta presión, que ha obligado a las organizaciones a retomar la RSC como parte de su management, cae en cascada hacia las PYMES en su papel de proveedores de estas multinacionales. Ya no se trata como suelo repetir de una moda sino de un activo estratégico para el desarrollo de nuestras capacidades competitivas.

 

Y hablar de nuestras capacidades competitivas, de las capacidades competitivas del 99,88% de nuestro tejido empresarial, es hablar de la recuperación económica de España en términos reales. Esa es, de hecho, nuestra responsabilidad real.

 

 

Xurxo Torres, Director General de Torres y Carrera

 


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