Es un hecho que la historia se ha encargado de comprobar: los tiempos de crisis económicas sacan lo más potente del espíritu de sobrevivencia del ser humano. Sin embargo, esto se puede manifestar en las mismas dos vías que han definido desde siempre al comtamiento de las personas: la honesta y la deshonesta.
No se trata de ponernos a entregar discursos moralizantes o a decir lo que cada uno puede o no puede hacer, pero está claro que si se puede habrá quienes opten tomar atajos que, en ocasiones, incluyan un riesgo alto de terminar en un calabozo. Esto es justamente lo que ocurre con los intentos de fraude a compañías aseguradoras como Génesis, ING, Liberty, AXA y muchas otras más.
Fraudes a las aseguradoras: cifras
Los datos al respecto son elocuentes y nos hablan de una curva en alza desde que la crisis comenzó a ensañarse con los bolsillos de la gente en España. Datos publicados a finales de 2013 dejan evidencia esta realidad. A modo de ejemplo, basta con citar lo que ha ocurrido con los seguros de coche: a partir de 2009 los casos se han multiplicado dos, lo que representó un coste para las aseguradoras de más de 1.000 millones de euros durante 2012. En el trascurso de esos tres años los casos pasaron de 9.600 a 19.300, siendo las PYMES y los menores de 26 los que más intentaron defraudar.
Los intentos de picaresca a las aseguradores ocurren en todo ámbito. Se han registrado casos de personas que dicen haber sufrido daños en alguna parte de sus cuerpos debido a un accidente; alguno intentó reclamar 26.000 euros a su compañía de seguros y después haber sido descubierto trabajando de monitor en un gnasio. Otros son vistos de vacaciones, con una copa en la mano junto a una piscina. En esta labor, las redes sociales constituyen un valioso instrumento de investigación para saber si alguien está mintiendo o no.
Pero no todos los defraudadores apuntan tan alto: los intentos de estafa de baja intensidad, es decir, los de menos de 600 euros, son unos de los que más crecen. En este grupo se cuentan los de daños eléctricos (para renovar algún electrodoméstico) y los de denuncias falsas de robo.
Sea como sea, las consecuencias intentar jugársela a las aseguradoras no son ningún chiste. Aquellos que lo intenten se arriesgan a la rescisión de su póliza, a ser ingresados en los bancos de información de personas fraudulentas que las compañías constantemente se intercambian, a la pérdida del derecho a la indemnización y a las consecuencias que se devenguen de los procesos judiciales de carácter civil y penal que se lleven a cabo.