Violencia virtual: ¿Debemos responder cuando nuestro agresor nos pide nuestra ubicación?

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¿Por qué no me contesta si desde que le envié el mensaje la he visto conectada en varias ocasiones? Si es verdad que está con una amiga, ¿ qué se niega a enviarme una foto? Preguntas como estas no hacen más que confirmar que las nuevas tecnologías desempeñan un papel cada vez más tante en algunas relaciones. Y, aunque ciertas empresas han decidido ofrecer más opciones de privacidad, las posibilidades de nuestros móviles como compartir ubicación o fotos, fomentan que los agresores lo tengan más fácil a la hora de controlar a sus víctas. ¿Qué es lo que debemos hacer ante estas agresiones virtuales?

 

Desde hace unos días, la conocida app WhatsApp se actualizó para permitir a los usuarios ocultar la últa conexión. La compañía respondía así a una de las peticiones más demandadas sus usuarios. Pero antes de que esto fuera posible, aparecía un escueto mensaje que notificaba la últa conexión del receptor o su estado.

 

Esta información era más que suficiente para generar discusiones entre algunas parejas y, lamentablemente, también facilitaba las conductas violentas. Olga Barroso, coordinadora y psicóloga de la Unidad de Atención Especializada para mujeres adolescentes víctas de violencia de género de la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, explica que con las redes sociales y los smartphones ‘es más fácil controlar al agredido: los agresores pueden pedir ‘pruebas’ gráficas, ubicaciones e incluso obligar a mantenerse ‘en línea’ a su pareja’.

 

De hecho, según dos estudios promovidos en 2013 la Delegación del Gobierno para la Violencia de Genero entre las usuarias de dispositivos móviles y redes sociales, un 61% de las jóvenes ha sido vícta de la violencia machista a través de herramientas virtuales. Y un 36% ha sido destinataria de mensajes que les han hecho ‘sentir miedo’.

 

Ante estas cifras, los expertos recomiendan tener en cuenta una serie de circunstancias:

1    La existencia de una ‘vida virtual’ puede difuminar los límites de lo ‘normal’ y lo ‘permitido’.

2    La juventud tiene una percepción del peligro muy baja y en ocasiones no consideran una conducta de riesgo responder a un whatsapp en el que se les insulta o se les pide información que forma parte de su esfera privada.

3    Un insulto es una forma de violencia. Nadie merece recibirlo y nadie tiene derecho a ejercerlo.

4    Los agredidos deben dar valor a lo que sienten, ya sea tristeza, malestar o miedo y pedir ayuda independientemente de contar o no con la aprobación de su entorno.

5    La violencia virtual es un problema complejo, pero en el que no ha cambiado el patrón de agresión entre jóvenes y adolescentes.

 

Seguiremos informando…

 

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