A amar un país también se enseña

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Con la proclamación de Felipe VI y la derrota de la selección española en el Mundial de Brasil, España vuelve a saltar a las pantallas. Cientos, miles de banderas ondean enfrente del palacio real o se guardan en el armario hasta la próxa Eurocopa. Una España siempre cuestionada y que debió ser defendida en su unidad el recién estrenado Rey.

 

 

Supongo que poco o nada podré atar en hablar sobre esta España siempre cuestionada, siempre en plena reforma o directamente volviéndose a reconstruir de sus ruinas. Pero habrá que intentarlo. Esta España en la que, curiosamente, parte de sus integrantes no quieren serlo, mientras muchos ajenos se encuentran felizmente sobre ella y otros agradecen cuando se reponen expulsiones de hace cien lustros.

 

A mí, esa provisionalidad de España me molesta y me duele. Fui educado en el amor a España sin odiar a ningún otro país. Una España sustentada en sus múltiples singularidades, paisajes y lenguas, en una historia espectacular aunque lógicamente con sus claroscuros, en su gastronomía rica y variada, en su defensa fanática del cristianismo ante amenazas externas y la que murieron cientos de miles de personas de distinta ideología y pensamiento defiéndola o pretendiendo hacerla más grande. Una España con tantísos genios para la cultura mundial y una España que sabe disfrutar la vida y lo demuestra con fiestas presionantes.

 

Esa España de, como he dicho, espectacular historia, descubridora de Continentes, no ha tenido ningún defensor a partir de la llegada de la Democracia a España. Hacemos el silogismo: Franco un gran valedor de la España unida; Franco es malo, luego la España unida es mala y no se puede defender. Los jóvenes que tienen ahora de 40 años para abajo no han sido educados en absoluto en el amor a España. Para empezar, no conocen su historia, sus éxitos y fracasos, los que murieron y se sacrificaron defenderla. Sencillamente, la idea de España les da completamente lo mismo… no sienten ni padecen el país. Les da igual. Están aquí, han nacido aquí, pero no tienen ningún apego a su tierra, ni ningún respeto a los que les antecedieron en su defensa.

 

Toda la épica de España para ellos se resume en el gol de Iniesta y en alguna parada de Casillas ( ¡O tema, o mores¡). España es algo más, digo. En alguna ocasión en la televisión se ha llegado a comentar que lo único que nos unía a los españoles era el fútbol, vamos la Roja. ¡Qué enorme fracaso que no se haya enseñado a los españoles a amar a su país¡ A emocionarse con él sin necesidad de que el cuero atraviese la línea de la tería. ¡Qué pena¡

 

Por el contrario, los nacionalismos anti españoles, es decir, secesionistas han tenido todo el camino abierto. Únicamente hay que variar un poco el silogismo que les he contado arriba para que se les dejase toda la educación, la historia y la tergiversación en sus manos. Frente a una mayoría de españoles que no han sido educados en el amor a España y otros muchos que más o menos han sido educados en su repulsa, el panorama se complica. La idea de alejarse de España, aún siendo durante cientos y miles de años forjadores de ella, se ha tenido que construir exagerando al máxo la diferencia y construyendo un buen puñado de mitos propios y otros antiespañoles. En fin.

 

Y así estamos. Ahora que se habla de releer, de repensar la transición política, debería también tenerse en cuenta este tremendo fallo de haber ninguneado a España y haber permitido el avance del nacionalismo. Todo ello, en el mundo de las ideas, de la educación, de la cultura, de la historia… Gran tarea delante que se le deja al ya Rey Felipe VI.

 

PD: Les rogaría que no me apliquen a mí ningún silogismo, ningún automatismo para colgarme una etiqueta rápida, cruel o benévola. Vamos, que piensen sí mismos, con libertad.

Luis Aparicio Pérez

Editor Jefe de INVERTIA

www.invertia.com

 


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