Según estudios internacionales, los servicios de carsharing harán que en Europa se conduzca la mitad dentro de apenas 5 años. Un sistema multimodal de movilidad que conjugue transporte público, bicicleta y carsharing evitará la emisión de miles de toneladas de gases contaminantes cada año.
El carsharing ha llegado para instalarse de forma definitiva. Reservas un vehículo por horas, lo recoges en uno de los numerosos parkings de la ciudad, lo usas para lo que lo necesites y lo devuelves.
Tras su éxito en países como Australia, Alemania o Canadá, el carsharing no se entiende sin una tupida red de transporte público. Madrid, que cuenta con autobuses, metro, cercanías e incluso estaciones de bicis públicas por toda la ciudad, cumple este requisito.
Para que funcione, además, ha de contar con una población favorable al servicio. Y, por ejemplo, Bluemove cuenta ya con 20.000 personas registradas tanto en Madrid como en Sevilla, 10.000 de las cuales son usuarios activos.
Si la tendencia del carsharing se mantiene al alza, tal y como está previsto, Madrid podría mejorar notablemente su movilidad urbana y mitigar uno de sus principales problemas: la contaminación.
Según diferentes estudios internacionales, públicos y privados, el carsharing es un factor esencial en los esquemas de movilidad urbana para disminuir la cantidad de gases contaminantes que se emiten a la atmósfera, especialmente en grandes urbes como Madrid.
¿Cómo? Los vehículos de carsharing son utilizados por más personas que los privados, lo que ha implicado una reducción de coches en ciudades donde el sistema está más asentado: según el informe Carsharing: Evolution, Challenges and Opportunities publicado en 2014 por el Centro de Estudios del Transporte del Imperial College of London, en Europa cada vehículo de carsharing viene a sustituir entre 4 y 10 coches particulares (ratio que en EEUU puede llegar a ser de 1:13). ‘Bluemove ha analizado cómo sus usuarios hacen un uso más responsable y racional del coche, ya que al percibir el coste del trayecto de forma inmediata, lo utilizan exclusivamente cuando es necesario. La mayor parte de sus viajes los realizan en transporte público, taxi, bicicleta o a pie’, asegura Jorge González-Iglesias, Consejero Delegado de la start-up española.
Las consecuencias medioambientales de este nuevo panorama parecen esperanzadoras, pues según este mismo estudio la cantidad de gases contaminantes emitidos a la atmósfera proveniente del tráfico se reduciría hasta un 54%. ‘Esta reducción se explica por tres factores: la disminución del número de coches, la reducción del número de kilómetros recorridos en coche y la mayor eficiencia de los coches de carsharing que no suelen superar el año de antigüedad’, señala González-Iglesias.
El carsharing suele comenzar su expansión en el centro. En Madrid ya hay 85 parkings por todo el centro de la ciudad y, a medida que aumentan los usuarios, se establecen nuevos aparcamientos en zonas más lejanas al centro. Esto contribuye a su mayor difusión en detrimento del coche privado, dado que la distancia óptima entre el parking y el usuario no ha de superar los 500 o 700 metros para que resulte cómodo, según Intelligent Energy Europe, organismo de la Comisión Europea que se encarga de los temas energéticos en la UE.
Una vez popularizado el servicio, en otras ciudades se han habilitado aparcamientos en la vía pública exclusivamente para vehículos de carsharing porque se ha reducido drásticamente el número de coches privados. ‘Sabemos que en Europa, por ejemplo, entre el 16 y el 34% de los usuarios de carsharing han vendido su coche. Y el 25% de los usuarios de EEUU han evitado una nueva compra. En 2020 calculamos que más de 14 millones de personas complementen el transporte público con el carsharing en la Unión Europea’, explica González-Iglesias.
Este ahorro en la compra de vehículos se traduce también en liberación del espacio público. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, cada coche eliminado libera una superficie de 15 metros cuadrados que quedan disponibles para otros fines como carriles bici o zonas verdes.
Si Madrid implementa este servicio de forma definitiva, se augura, además, una dinamización en la inversión en flotas más eficientes. El 10% de la flota de Bluemove ya es eléctrica y la mayor parte de los coches de combustión que integran la flota tienen apenas un año de antigüedad. Si en 2020, el carsharing ha reducido 11.400 toneladas de contaminación proveniente de los coches, habrá cumplido su objetivo.