Hace una semana decidí presentarme como candidata a la presidencia al CGE. El proceso electoral viene dado por una sentencia del Tribunal Supremo que anula la presidencia de D. Máximo González Jurado; entre la convocatoria y la presentación de las posibles candidaturas median quince días, en los que cualquier enfermero que aspire a ser candidato debe reunir quince avales de los Colegios Profesionales (sobre un total de cincuenta y dos).
La posibilidad de formular y explicar el programa de reformas y la línea de trabajo, de exponerlas a los Colegios y obtener avales es ínfima. Cada Colegio al que se solicita el aval, tiene que convocar Junta Extraordinaria con 48 horas de antelación para pronunciarse. En estas condiciones, con estos estatutos confeccionados como un traje a medida, la trasparencia brilla por su ausencia.
La situación del Consejo es increíble: varios Colegios litigando contra el máximo órgano de representación institucional de los enfermeros, otros a cuyos Presidentes no reconocen y una red clientelar tejida a lo largo de los años que premia a los dóciles y castiga a los críticos, con un presupuesto anual de dieciocho millones de euros.
Se hace imprescindible renovar la estructura, modificar los estatutos, abrir ventanas, airear la institución que ostenta la representación de un colectivo de 260.000 profesionales que se enfrentan a problemas como la precariedad laboral, el estancamiento de las especialidades, la prescripción enfermera y su desarrollo y encaje dentro del modelo sanitario y un largo etcétera.
Estoy segura de que la implicación de los enfermeros en la dinámica de los Colegios, la renovación de estatutos para que se adapten a la realidad actual (parados, formación, ratios, carrera profesional), la transparencia y el control de estas Instituciones será el primer paso que hará avanzar a nuestra profesión.
Con esta convicción y con el interés de retransmitir en directo todo este proceso a los enfermeros de España, me he presentado a estas elecciones surrealistas.
