EL TÍO BENITO

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Cuando el capricho de Florentino sustituyó a su títere Ancelotti por la marioneta Benítez, creyó estar quemando hojarasca cuando en realidad estaba pegando fuego a su hermoso jardín. Todo un desastroso incendio que no apagarán ni las lágrimas con las que inundó su presentación este prófugo de la estética de marcado aire garrulo.

Benito es, esto hay que dejarlo claro, una propuesta contrastada de aburrimiento, un mesonero que oferta casquería y que la riega con el vino peleón de la inseguridad enfermiza que le provocan los celos de su antecesor. Todo un disparate que le lleva a declarar plato estrella de su carta la butifarra grasienta que se marcó en su visita al Calderón. Así, sin ponerse más ‘colorao’ de lo habitual, lo ha dejado patente en el desnudamiento gratuito que ha efectuado en su tour por diferentes emisoras enemigas, donde, en un alarde exhibicionista, ha dejado claras sus intenciones y ha dibujado su propia caricatura.

Porque el Benito fidedigno, tal y como se ha querido mostrar en las radios, es una sucesión de espantos; un metepatas que se pone la plantilla en contra mientras se manifiesta resultadista alineándose con esa parte de la afición que posee el mismo paladar para el fútbol que un gorila para las angulas. Además, hay que recordar que este coleccionista de empates no ha logrado perforar la meta de rivales menores, disfrutando, eso sí, de una posesión aplastante y de una velocidad de circulación de regional preferente. Detalle que debería ser cuanto menos preocupante, aunque a uno le apriete demasiado la bufanda dificultándole el riego y sea parte de esa masa de idiosincrasia medieval que piensa que el látigo, el ardor guerrero y el pase horizontal son la llave del éxito.

Según argumentan los valedores del rey de la casquería: Ancelotti era un inútil rendido al capricho de sus estrellas, un pelotudo que ganó la Décima muy a su pesar y que tiró la temporada siguiente por un cúmulo de lesiones ocasionadas por entrenar mal. Pero ¡oh sorpresa! Benito lleva acumuladas más lesiones en mes y medio que el italiano en una temporada. Así mismo, Carletto dejó patente su incapacidad para administrar cambios y rotaciones, mientras el insólito Benito ha llegado con un revolucionario método científico que le llevó a permanecer petrificado en el banquillo, con idéntica expresión a la de la vaca que mira pasar el tren, observando como su equipo era incapaz de hacer un gol al arcoíris malagueño mientras su capacidad estratégica quedaba reducida a la de los entrenadores de postguerra. Es un anacronismo deliberado que se vende como un estudioso de la táctica pero que entiende el deporte como una pelea carente de valores estéticos. Para encontrarle un equivalente tendríamos que remontarnos al mejor Javier Clemente.

Por fuerza, Benito tiene que tener algún mérito. Al menos, le reconoceré el merecimiento de ser íntimo amigo de José Ángel Sánchez y la valía indiscutible de ser un claro exponente del desvarío y la vulgaridad en la que vivimos instalados. Imposible creer en él si te gusta el fútbol.

Coto Matamoros

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