‘Participo en un ensayo clínico porque nos ayuda la ciencia y lo que realmente nos cura es la ciencia. Participo para sentirme útil, por el convencimiento de que yo soy vida’. Este es uno de los testimonios que se desprende del Estudio Activas ‘Necesidades y percepciones de las pacientes oncológicas sobre los ensayos clínicos’, llevado a cabo por el grupo académico en cáncer de mama SOLTI.
Este estudio, el primero de esta naturaleza realizado en España, ha recogido cuáles son las motivaciones, barreras y miedos que preocupan a las mujeres con cáncer de mama que participan en un ensayo clínico y ha establecido recomendaciones de mejora futura basadas en la coincidencia de criterios, tanto por parte de expertos como de las pacientes participantes.
Realizado en colaboración con la Fundación Josep Laporte, actualmente Fundación Salut i Envelliment, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y con la colaboración de los laboratorios Roche, Celgene y Novartis, este estudio ha tenido como principal objetivo el explorar la perspectiva y vivencia del proceso de reclutamiento y participación en los ensayos clínicos de cáncer de mama en España.
Pese a la creciente atención recibida por el cáncer de mama en los últimos años y el progreso del conocimiento científico en Oncología, el reclutamiento de pacientes en ensayos clínicos es aún deficitario. Este hecho es de especial relevancia teniendo en cuenta la importancia que la investigación clínica y los ensayos clínicos tienen para el avance del conocimiento y tratamiento del cáncer.
‘Mi marido se enteró de que participaba en un ensayo clínico porque me vio en un programa de TV. No se lo conté porque quería seguir con la normalidad. Prioricé seguir llevando una vida normal. No me veo como paciente, sino como una persona y un ensayo clínico forma parte del tratamiento para mí. No es una cosa adicional, un apéndice’.
En este sentido, la investigación revela que son varios los factores que influyen en la percepción que la paciente tiene de este proceso, así como su experiencia vivencial. Entre estos factores destacan los miedos y preocupaciones en torno al ensayo clínico, la personalidad de la paciente, el conocimiento previo sobre qué es un ensayo clínico, las motivaciones para participar o para abandonar, la confianza en el oncólogo y/o en el sistema sanitario, y las circunstancias que rodean la entrevista de reclutamiento o al documento de consentimiento informado.
‘Existe todavía un gran desconocimiento en la sociedad sobre el valor de los ensayos clínicos y la posición exacta de la investigación clínica en el tratamiento del cáncer’, afirma la Dra. Ana Casas, coordinadora del Comité de Relaciones Institucionales de SOLTI y oncóloga de la Unidad Multidisciplinar del Cáncer de Mama del Hospital Virgen del Rocío (Sevilla).
Asimismo, el deseo expreso de ‘normalidad’, ‘identidad’ o de ‘seguir siendo ellas mismas’, junto al sentimiento de bienestar y calidad de vida deseados, tienen un peso significativo a la hora de decidir la participación, rechazo o abandono de un ensayo clínico.
Esta visión tan particular de vivir un ensayo clínico pone de relieve una de las principales conclusiones del Estudio Activas sobre la diversidad de las situaciones experimentadas durante el proceso del ensayo en función de múltiples factores.
‘Los resultados obtenidos destacan la necesidad de centrar el ensayo en la paciente, teniendo en cuenta la particularidad de su trayectoria vivencial y geográfica, potenciando un proceso de participación más inclusivo, que tenga en cuenta la vulnerabilidad de la persona en la fase previa y posterior al reclutamiento, basándose en su historia clínica y vital’, explican Laura Fernández Maldonado y Giovanna Gabriele Muñiz, de la Fundación Josep Laporte y co-investigadoras del estudio.
‘Yo participo en el ensayo. Confío plenamente. Aún así, yo sí que quiero saber mi futuro. Qué me va a pasar. Que me cuenten los siguientes pasos. Lo que vendrá. Ahora pasa esto, luego pasará lo otro. Quiero que me cuenten también lo que no va bien, lo que falla’.
Este desconocimiento sobre el proceso de los ensayos clínicos se mantiene antes, durante y al finalizar el ensayo e incumbe tanto la definición en sí de lo que es un ensayo hasta información más específica como pueden ser las fases del mismo e incluso sus resultados. Las conclusiones del Estudio Activas destacan la necesidad de mejorar el conocimiento y el acceso de los pacientes a los ensayos clínicos. ‘Debemos conseguir que las pacientes consideren el ensayo clínico como una oportunidad para acceder a los mejores tratamientos’, afirma la Dra. Casas.
Por otra parte, a juicio de las participantes, el consentimiento informado (CI) es un documento, en su redactado, repleto de tecnicismos y efectos adversos, que genera más alarma que la serenidad que requiere la persona afectada en el momento de su puesta en conocimiento. Si bien las pacientes no ofrecen reparos a su firma, ésta es debida, principalmente, a la confianza depositada en su oncólogo. Con todo, las pacientes perciben en su redacción una práctica legal de protección más dirigida al propio ensayo que a la paciente.
En palabras de la Dra. Ana Casas, ‘la participación de la paciente en un ensayo clínico debe asentarse en el conocimiento pormenorizado de su situación clínica y de las alternativas terapéuticas convencionales existentes’. ‘De hecho, añade, el CI ofrece una gran oportunidad de aproximación entre médico y paciente. Por ello, debe servir como instrumento que facilite la conexión entre ambos y para la creación de un espacio amplio de discusión de los pros y contras del tratamiento propuesto’.
‘La obligatoriedad de ceñirse a Normas de Buena Práctica Clínica garantiza una alta calidad en todos los procedimientos de un ensayo clínico, lo cual redunda en una mayor calidad asistencial. No obstante, es necesario cuidar de forma muy especial a la paciente a lo largo de todo el proceso, con el fin de hacer más livianas estas rutinas, ya que pueden suponer una carga excesiva y una percepción de pérdida de sentido del ensayo, pudiendo conducir al abandono’, concluye la Dra. Ana Casas.