No hay pieza televisiva que se precie en la que no quepa un total del omnipresente Rubén Sánchez. La estrella de Facua ha dado el salto de Sevilla a Madrid, de las recogidas de firmas a Twitter y de ahí, a las librerías.
A sus 41 años le cunde el tiempo y el dinero que ya quisiéramos muchos, y el pujante momento que viven las nuevas fuerzas políticas de izquierdas, las medidas populistas y populares y las coaliciones anti-casta, están ayudando sobremanera a Sánchez a encumbrarse. Todavía le vemos de concejal, y como se ponga la cosa muy revuelta, de ministro. Su coqueteo con la política es continuo y va in crescendo mes a mes. Incluso quiso comparecer a las elecciones andaluzas en uno de esos conglomerados de partidos que tanto proliferan ahora, pero finalmente no logró asociarse con Podemos y eso le echó atrás. Sin embargo, se reconoce amigo de Pablo Iglesias y ha declarado públicamente confiar en Podemos, pero Rubén prefiere el activismo pro-consumidores que la política dura.
Sánchez, ahora literato, está en plena promoción de su segundo libro, ‘Timocracia, 300 trampas con las que empresas y gobiernos nos toman el pelo a los consumidores’. Lo ha escrito, claro, para advertir al gran público del peligro de las multinacionales. Para cerrar el círculo, el libro lo promociona en la tele, sobre todo en La Sexta, además de en las redes sociales, donde se mueve como pez en el agua.
Entretanto, Facua, que no se pierde una, se trae entre manos denuncias complejas, multitudinarias y millonarias contra gigantes como Movistar, Volkswagen o Google, procesos caros y que requieren profesionales y horas de trabajo. Constituida sin ánimo de lucro, como las demás asociaciones de consumidores, es difícil entender de dónde saca la asociación y sus miembros ese poderío para estar continuamente litigando, porque por no ingresar, no ingresan ni lo del libro de Sánchez, que lo está regalando a través de Internet y por entregas. ¿A quién interesa? ¿A quién le gusta tanto Facua?
