Nuestros sueños… ¿Se harán realidad algún día?

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Se acerca el fin de año y en cierta manera esto nos hace reflexionar sobre nuestros sueños. Hablamos de aquellas cosas que no hemos hecho realidad durante los 365 días que acaban de terminar y los cuales se convierten en nuevas metas de cara a ese nuevo año que comienza. Muchos de ellos de muy atras, es decir, son viejos conocidos. Esos que, año tras año, vuelven a aflorar tras la Nochevieja con el mismo deseo e ilusión que antaño. Son, como decíamos, esos “sueños” o situaciones ideales de futuro y que nos gustaría mucho llegar a cumplir, pero que por A, B o C acaban quedándose en sueños que no llegan nunca a hacerse realidad. 

¿Por qué abandonamos nuestros sueños?

Los motivos son diversos, aunque hay cuatro que destacan por encima de los demás:

  1. Muchas veces, el coste que supone poner en marcha o hacer realidad estos sueños es demasiado elevado, y en términos coste-beneficio (a pesar de los mucho que lo deseamos conseguir) nos supone un gran esfuerzo que nos hace abandonar a la primera de cambio.
  2. Otras veces, la frustración de haberlo intentado y no conseguirlo nos hace desistir, una vez más, o incluso nos bloquea a la hora de retomarlo.
  3. El miedo a fracasar suele ser lo más recurrente,… ¿Y si no lo consigo?, ¿Y si no sirvo para eso?…
  4. La impaciencia o el querer conseguirlo ‘a la de ya’, hace aflorar nuestra falta de perseverancia y nos lleva a abandonar.

Convertir nuestros sueños en Visión

La principal diferencia entre sueño y visión, es que en la segunda convertimos o ponemos al primero en acción. Definir dichas acciones, las cuales trazan o diseñan nuestro camino a seguir hasta hacer realidad nuestras sueños, nos acerca más a alcanzarlos. Fijar pequeñas metas que nos aproximen a esa visión, genera movimiento en nuestro presente. Tomar conciencia sobre este presente, sobre cómo me relaciono con mi realidad, hace que nos movilicemos y lleva a que se desencadenen nuevas acciones que nos acercan hacía ese futuro deseado: hacía nuestra visión.

En esta, hay una motivación, hay un compromiso. Algo que se ha elegido libremente y que no se vive como una obligación, como algo adquirido o impuesto. Este compromiso que cada uno adquiere con su visión, le hace asumir costes ya que el esfuerzo y motivación que le mueven permite perseverar y mantener su propia visión, superando los obstáculos que surgen durante este camino. Cuando se encuentra en visión, se está poniendo una fecha, unos plazos que llevan a diseñar, además de generar un compromiso, unas acciones que nos llevan a la consecución de los planes elegidos. El ponerse una fecha, compromete aun más a la consecución de unos objetivos. Hace que haya una mayor implicación, fortalece la confianza en uno mismo e incrementa la motivación en ‘pro’ de la visión.

Celebrar los logros intermedios y valorar como se han conseguido, es una práctica que incrementa la confianza. Disfrutar de lo que se hace durante este camino hacia la visión, tomar conciencia de lo que se aprende, hace que todo se mantenga en él y permite hacer mayor hincapie en este camino. Además, incita a conectar con pensamientos de posibilidad, a mantenerse en el presente con mira a ese futuro, pero sin vivir apegados u obsesionados con el resultado, y enfoca cada paso hacia la consecución del objetivo.

Seguiremos Informando…

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