Manuela Carmena y sus Reyes Magos de carnaval

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“Las tiranías fomentan la estupidez” (Jorge Luis Borges)

Como en la ciudad de Madrid lo insólito siempre tiene una posibilidad, el Ayuntamiento nos ha montado una Cabalgata de Reyes de inspiración multiétnica cuyo tema nuclear es que los Reyes Magos de Oriente, junto a otros magos amazónicos, han dado con la fórmula para viajar al espacio exterior. ¿Son psiconautas Melchor, Gaspar y Baltasar? ¿Habrán intercambiado mirra por ayahuasca? A pesar que desde que Cristóbal Colón creyó encontrar el Paraíso Terrenal pegado al Orinoco ya nada puede sorprender al ser humano, estoy sorprendido.

Comienza un desfile interminable de motivos y subtemas. Se escucha música house que pincha DJ Lobbo en la carroza del Consistorio que emite rayos de luz que un elemento celestial desaparecido debería haber producido. No reparten MDA que es lo que tocaría, reparten caramelos. No son alucinaciones, está ocurriendo objetivamente, como también es un hecho concreto que están siendo interpretadas danzas indígenas por bailarines ecuatorianos que deben guardar algún vínculo con las ciencias ocultas para poder soportar medio desnudos las bajas temperaturas. Esto tiene que ser una broma.

No, no es una broma, bueno… quizá sí, porque no es carnaval, pero como si lo fuera. Supongo que en consideración con la mafia china, cada vez con mayor presencia en la ciudad, aparece un globo hinchable que es un dragón de proporciones gigantescas. Una mala tropa de chinos (no son muchos ya que estamos dentro del horario laboral chino de 24 horas) van ataviados con trajes tradicionales chinos en desmedro de la tradición española. Tras sus pasos aparecen las unidades ecuestres de la Policía Nacional y la Guardia Civil, sin que nadie las apedree ni las haga objeto de agresiones verbales por el tema del maltrato animal (supongo que la unión caballero-caballoquesabelatín puede considerarse centauro y siendo figura mitología cabe en un festejo pagano de estas características) ¿van persiguiendo a la banda de Gao Ping? tal hipótesis es posible, aunque, quizá van a la captura de la siria Maral Kekejian por ser la responsable artística del despropósito, o, tal vez, anden tras la pista de los secuestradores del Niño Jesús. Un mocoso que va cargado de razón en su berrinche, patalea porque no han aparecido los jodidos esquimales, la verdad que se les está echando en falta por mucho que la abuela diga que esos son más de Papá Noel.

El momento revelador es cuando, tras tres horas de batucadas, pasacalles y charangas, irrumpen sus Majestades los Reyes Magos de Oriente en tres gigantescos triciclos confirmando que en esta vida hay actos que no explica la razón. Ya que los Reyes no llevan oro, ni incienso, ni tan siquiera mirra, queda rechazada la probabilidad de un secuestro del hijo de María. Damos esto por sucedido pues tampoco hemos observado pastorcillos ni escuchado villancicos y en España los indicios racionales son prueba más que suficiente. El desacierto de la vestimenta real no es más que una demostración de los estragos que causa la imbecilidad. El disfraz consiste en un mamarracho de túnica playera para gorda setentona. Me juran que no es un sabotaje de la concejalía de cultura buscando limitar las posibilidades de la fantasía infantil. Entonces, malicio que el diseño es obra del retorcimiento de Guillermo Zapata en servicio a los intereses del príncipe de las tinieblas. No cabe otra.

Ya en Cibeles en un escenario que ¡oh sorpresa! posee un espectacular fondo morado, y, debido a que no hay tiempo para convocar una conferencia de Naciones Unidas, ponen en boca de Melchor la labor de concienciación. El Rey, tras dar la vuelta al mundo cual Willy Fog, ha observado los devastadores efectos del cambio climático y tal y tal y tal… todo por un mundo mejor. Y, cuando te piensas que ya no cabían mayores sobresaltos, Baltasar se arranca con un instrumento de cuerda y una canción tradicional guineana que es proteína pura para alimentar el racismo. ¡Fuegos artificiales!

Hasta aquí han venido cientos de miles de niños “beatus ille” repletos de gratas ilusiones, tan agarradas a su alma que ni la imagen de tres reyes grotescos ha conseguido arrancarles una. Esta noche, esas almas de amor y de inocencia, tienen un brillo especial en la mirada. Uno de ellos, con los ojos extáticos perdidos en el cielo, anda buscando la estrella de Belén y mantiene su fe intacta. Otro, de vuelta al calor de su casa, va cogido de la mano de su madre, concentrado en la magia navideña que contiene ese mundo sobrenatural que ha fabricado en la interioridad de su imaginación y que, nada, ni tan siquiera el efecto del extravío mental de su alcaldesa, ha podido conseguir arrebatársela.

Al margen de exageraciones al modo Scarlet O´Hara como la de Cayetana Álvarez de Toledo: “No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás”. Ahora Madrid se ha lucido confundiendo la velocidad de la diversidad con el tocino de la imposición del pensamiento único, que, por lo que llevamos visto desde el 24-M, es la fuerza motriz de todos sus actos.

Antonio de La Española

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