Me gustan los polos opuestos, las diferencias, los contrastes, las aparentes contradicciones o las diversas interpretaciones que aplicamos a los sucesos que vivimos. También, a cómo nos vemos a nosotros mismos. Creo que nos ayudan a traer equilibrio y hasta coherencia en nuestra vida. Además, nos ponen en contacto con la tierra a la vez que nos permiten volar o navegar por nuestros sueños. Hoy quiero hablaros de esa polaridad que todos tenemos, aunque a veces nos cueste reconocerla. Hay cierto miedo o resistencia a creer que tenemos en nosotros mismos polos opuestos, a los que denominamos, a mi manera de entender de manera incorrecta, como incoherencias. Y no me gustaría que me malinterpretarais, pues no me estoy refiriendo a la bipolaridad, lo cual es una patología a tratar. Hablo de la polaridad, sólo tienes que quitarle el prefijo “bi”.
La primera vez que la descubrí resulto un poco incómodo. Me hizo sentir vergüenza, confusión,… hasta inseguridad. Os pongo un ejemplo para que entendáis de que estoy hablando: Me considero un ser muy sociable, que se nutre de las personas, en el mejor sentido de la expresión. Me apasiona el ser humano y siempre observo mucho y aprovecho cualquier oportunidad para conectar, escuchar, hablar con las personas con las que me encuentro. Sin embargo uno de esos días en los que uno está cansado y no quiere ver a nadie tuve que coger un tren de regreso a casa y una señora se sentó a mi lado con la clara intención de darme conversación durante todo el viaje. Me puse los auriculares, las gafas de sol y no le di ni si quiera el espacio de decirme nada. De repente me di cuenta de mi polaridad, de esa otra parte de mí que es casi frontalmente contraria a lo que es mi personalidad. Me di cuenta que era algo importante, necesario, que debía dejar que ocurriera, porque ese también soy yo, y ese yo me ayuda a aterrizar en lo que realmente es mi esencia, con sus días y sus noches, sus soles y tormentas, con sus cimas y sus valles.
Dicen que los polos opuestos se atraen, y yo creo que es cierto. Que de alguna manera buscamos aquello que contrasta con nuestra manera de ser, nos gusta, nos aporta algo diferente, lo disfrutamos… Esta idea me ayuda a pensar que de la misma manera puedo permitir que esos polos opuestos internos que todos tenemos se atraigan, que no se escondan ni avergüencen el uno del otro, que no se juzguen, que se regalen el espacio para ser y así dibujar la creación maravillosa y perfecta que es el ser humano. Esto tiene que ver con acoger todo lo que somos, aceptar, abrazar y vivir de manera equilibrada el campo magnético y hasta mágico que se crea en nosotros y que nos hace ser especiales y únicos. Puede ser que alguno de esos polos no te guste, porque te haga sentir algo que crees que no eres. Te propongo que desde la aceptación de ese “lado oscuro”, te acerques al otro polo y permitas que ambos bailen al ritmo de tu música.
Seguiremos Informando…