Rajoy y Sánchez: un pulpo de dos cabezas dando saltos mortales

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“Si algo puede salir mal, saldrá mal.” (Ley de Murphy)

Edward A. Murphy Jr., trabajó durante un par de años estudiando la resistencia humana a las fuerzas G con unos cohetes que sobre rieles transportaban monigotes sentados en un trineo, hasta que un buen día la Fuerza Aérea de los Estados Unidos decidió experimentar con un mono chimpancé al que el auxiliar de Murphy colocó unos sensores que cableó al revés, en consecuencia, la lectura fue cero-cerote. Murphy, se dio cuenta que cualquier cosa, incluyendo un experimento científico, podía estar en manos de un idiota circunstancial y pensando que quizá el pobre chimpancé habría cableado mejor que su auxiliar, sentenció: “Si esa persona tiene la oportunidad de cometer un error lo cometerá.” Murphy no conocía a Rajoy y Sánchez, de haberse dado el caso nos asalta la certeza de que hubiera pensado que el chimpancé tenía muchas más posibilidades de hacer las cosas mejor que cualquiera de los dos.

Lo que vamos a constatar a continuación no es algo que admita discusión; son los hechos protagonizados por un pulpo de dos cabezas que dirige la política española dando saltos mortales en el vacío.

A partir de personas como Zapatero, Rajoy, y sobre todo, Sánchez, una réproba clase política, que representa al anormal normalizado, comienza a aceptarse como admisible por parte de lo que siempre ha sido un barro de apatía y negligencia asumida por la medianía como el menos malo de los sistemas: la democracia. Esta clase de seres disminuidos en su inteligencia y hombría hasta la categoría de octópodos, es la de aquellos a los que la coherencia, los intereses del país, y sobre todo el deseo de sus votantes importan bastante menos que una mierda. La prueba evidente es la prostitución socialista que ha facilitado en el Senado dos grupos a los golpistas, algo a lo que no tenían derecho y que ha sido explicado como una consecuencia de los usos y las costumbres. Claro, que lo mismo se puede pensar de la prostitución del Presidente de plasma, que tras poner el grito en el cielo en una apasionada defensa de la unidad nacional como fundamental objetivo político, ha interpretado Cataluña en su conjunto como circunscripción electoral para, en una apreciación muy distinta de la que la decencia reclama, poder engordar la financiación del secesionismo facilitando la formación de dos grupos parlamentarios separatistas en la Cámara Baja, o guardería, o retajadero, o en lo que sea que hayan convertido eso.

La ansiedad de Sánchez por llegar al Comité Federal del día 30 con una posibilidad de gobierno que le salve de la hoguera, únicamente es comparable con la angustia que vive Rajoy pensando que un frente popular le impida ir a unas nuevas elecciones. El ventajismo amoral que imposibilita al socialista para mantener una opinión por más de cuarenta y ocho horas, resulta dramático. Tras babear el teléfono para rendirse a Puigdemont, ha afirmado que está condenado a entenderse con Podemos. Al parecer las cursis y manidas “líneas rojas” se las han debido esnifar y continuamos para bingo. El de Pontevedra goza del rechazo del 80% de la ciudadanía, casi la mitad de sus votantes, y sin embargo es evidente su propósito de ir a unas nuevas elecciones en las que pueda presentarse como la única opción frente al desgreñado antisistema, si para ello tiene que potenciar a unos masones financiados por la teocracia iraní y el narcoestado de Venezuela, ordena y manda, a través del tapón de terciopelo, una publicidad desmedida desde Atresmedia. Es tan merluzo que no entiende que cada día que pasa corre en favor de Ciudadanos, siempre y cuando a estos nos les dé por resuicidarse con otra campaña de moderación pamplinera.

Tal vez sea, tal vez, que el sitio que antaño ocupaba el tonto del pueblo en la plaza mayor, el pulpo bicéfalo lo quiere hacer suyo y no para de meterse bocados en sus propios brazos con tal de ocupar ese espacio y demostrar que cabeza es la más tonta de las dos. Mientras, dejan meridianamente claro que su pregonado patriotismo era otro fraude y ni se plantean la renuncia a unas aspiraciones personales que posibilite formar un Gobierno de consenso que mire por el bien económico y la unidad de España.

No quieren los españoles unas nuevas elecciones y no es extraño su deseo, aunque sólo sea por no volver a ver los programas de Bertín y La Campos se comprende. Ya no digo por no tener que presenciar el debate entre sí mismo que brindaría un pulpo indecente y ruin.

Por cierto, ya ha tardado el dimitido Andrés Herzog en darse cuenta que en España votar es dormir. Se va asustado de nuestra sociedad, del horror que le produce una ciudadanía a la que ha visto otorgar su confianza a los corruptos, a los tránsfugas o a la ETA. La verdad que es para sentir pánico de una tribu que acepta este grosero espectáculo y se encoje de hombros tras haber elegido a ese par de cabecillas.

Antonio de La Española

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