LA REALIDAD DESILUSIONADA

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“La necedad reina en mí.”
(Erasmus)

¡Gracias, Pablo!

En su magistral estudio “De los siglos oscuros al de Oro” sostiene Dámaso Alonso que lo que más apropiadamente define la estupidez de Sancho es “estar oscilando, pasando constantemente de un plano a otro, de la ilusión a la realidad desilusionada.” No deja de resultar una graciosa concomitancia que Sancho sea patronímico de Sánchez. Es evidente que el secretario general del PSOE, durante un rato, tras la propuesta de Iglesias, se vio gobernador de su Ínsula de Barataria, y, superándose una vez más a sí mismo, atendiendo el mandato de una voz interior, después de intercambiar cortesías por whatsapp sintiendo al enemigo un íntimo amigo, risueño y enérgico afirmó: “Nuestros electores no entenderían que no nos pusiéramos de acuerdo.” ¡Banzai! ¡La felicidad coronada! A partir de ese instante, pasó de la ilusión al desengaño en un abrir y cerrar de ojos. ¡Atrás! Alguien lo debió sacar a que le diera el aire y le explicó que, aun comprendiendo totalmente los motivos que impulsaban su conducta, debía entender que lo que estaba dentro de la copa no era licor dulce de pacto sino el veneno líquido de la imbecilidad; una propuesta insolente de un chulo marrullero que con mala sangre estaba cavando la tumba del socialismo ¡Echa el freno Magdaleno! El sábado, entre el desconsuelo y la indignación, en Ferraz se vieron obligados a redactar un comunicado, con más líneas rojas que un indio yámana, dejando claro que no todos son tan estúpidos ni tan irresponsables como su líder “el PSOE no va a emprender negociaciones con otras fuerzas políticas cuando se plantean desde el chantaje y anteponiendo los intereses de partido a los intereses de los ciudadanos.” ¡Ánimo, muchacho! La psicología de Sancho, apunta Dámaso, “es, en su desenvolvimiento, un largo proceso de engaño y desengaño, es decir, de un tipo característico del realismo psicológico” ¡Asombroso! ni que el filólogo se hubiera referido al socialista; un tipo que igual que Sancho se conduce invariablemente obedeciendo a su interés.

“Hay personas inteligentes que son estúpidas.”
(Dylan Evans)

“Hemos hecho historia.”

La realidad era otra, pero el 20-D él la interpretó como más le convenía “hemos hecho historia” soltó en claro acto de terrorismo intelectual cuando había sumido al partido en una debacle clamorosa. ¡Aplausos y regocijo! Pero bueno, hasta tiene su explicación; según los estudiosos de la inteligencia y las emociones, la tristeza y la ansiedad dejan menos recursos para poder negociar la realidad, y dada la magnitud de la derrota esos sentimientos debieron ser colosales. Adam, filósofo francés, en su estudio sobre la estupidez, subraya como característica fundamental del estúpido que no tiene en cuenta la realidad. ¡Coño! ¡Ay, ay, ay!

¿Quiere decir lo anterior que Sánchez posee un cociente de inteligencia deficiente? No necesariamente ¡Atiza! Verán, la reacción natural ante un problema consiste en utilizar la intuición, lo que resulta ideal si uno no es un imbécil que se deja llevar por los estereotipos, los prejuicios y un exceso de precisión, algo que conduce a aceptar la primera solución aunque diste mucho de ser la mejor para resolver el problema. Por ejemplo; un idiota hace sus pronósticos deportivos tendiendo a sobrevalorar las posibilidades de su equipo y subestimando las del contrario al no tomar en cuenta una respuesta distinta a los deseos de sus intereses. Existe un cociente de racionalidad que mide la capacidad de superar el sesgo cognitivo. Este cociente (CR) mide lo que se conoce como inteligencia de riesgo, que es la capacidad de evaluar la validez de nuestro conocimiento para calcular la mejor posibilidad entre varias. Una Inteligencia de riesgo deficiente provoca elegir mal sin ninguna noción de lo que se está haciendo. Así en la incapacidad para asumir y rechazar los prejuicios y los estereotipos y en nuestra resistencia a la ambigüedad radica el origen de la singular “capacidad” de la estupidez.

Afiliado de manera activa a la desconexión de la realidad, Sánchez no se concede un respiro ni en sus conversaciones de charlatán, el campeón nacional del autobombo que ha debido descubrirse un asombroso parecido con Dios, siempre se muestra de forma concienzuda pagado de sí mismo, en lo que supone otro rasgo característico de la limitación de su entendimiento “yo soy una persona decente, yo soy un político limpio” ¡Caramba, que integridad de ánimo! Y desde el centro del universo, quizá porque no requiere pesquisa previa, proclama: “soy un político libre que no se debe a ningún poder” ¡Uh, uh, uh, un centurión de la virtud! ¡Huyamos! La mejor noticia para su partido sería la dimisión de quien reemplaza el mundo por su actitud frente al mundo y que a fuerza de engañar a sus votantes ha acabado creyéndose la propia mentira de su designio “el PSOE no va a pactar con el populismo” ¡Válgame Dios! Sánchez es la más tosca de las realidades; una agresión constante a la sociedad, una carga de profundidad que acabará por estallarles más pronto que tarde. Que demostración de imbecilidad manifiesta no estará dando que, según proclama el órgano oficioso del socialismo, el 40% de sus electores, votos emitidos en franca tolerancia con la ausencia de bondad de vida, ya, están deseando que se pire.

¡Oh estupidez, nuestro amparo, nuestra guarida y nuestro sepulcro!

Antonio de La Española

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