¿Te cuesta tomar decisiones?

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Si generalizamos, podemos decir que existen dos tipos de personas: aquellas que cuando tienen que tomar una decisión lo hacen de manera rápida y aquellos que necesitan más tiempo y hasta todo el tiempo del mundo para igual, al final, decidir de forma insegura. Todo depende de la manera de ser de cada uno.

Y es que, las personas que son muy intuitivas. Se rigen por lo que sienten, lo que su corazón les dicta. Suelen ser más rápidas. También deciden a más velocidad aquellos que son impulsivos y que no les dan muchas vueltas a las cosas. Prefieren no pensar demasiado y resolver sin más, permitiéndose el margen del error y el tener que afrontar las consecuencias de su decisión, quitándole hierro al asunto, responsabilizándose y aprendiendo. ¿Pero qué ocurre con aquellos a los que les cuesta más tomar una decisión, o a los que casi se sienten incapaces de hacerlo? ¿Qué es lo que nos puede llevar a ser tan indecis@s?

Es posible que tenga que ver no solo con nuestra manera de ser y de interpretar la vida, sino además con la manera en la que la cultura, familia y las experiencias vividas nos han ido programando para actuar desde la confianza o desde la inseguridad. Se nos ha enseñado que si tomamos una decisión a la que se la denomina la categoría de ‘errónea’, las consecuencias pueden ser muy complejas o negativas. Se nos enseña y presiona hacia la perfección, entendiendo ésta no como una actitud en la que sentimos que todo está bien, sino en tener todo perfectamente ajustado a las expectativas y la normativa de las reglas del juego. Esto provoca en nosotros una sensación de presión, nos incapacita hacia el aprendizaje y aborta la oportunidad de descubrir otros caminos que, aunque en un inicio pudieran parecer un error, más tarde pueden llegar a ser una verdadera oportunidad o un regalo.

Entonces: ¿Qué podemos hacer cuando no sabemos qué decidir? Lo más común es pedir la opinión de aquellas personas a las que consideramos importantes en nuestras vidas. Y no es que esto esté mal, el dilema reside cuando diferentes personas nos dan diferentes opiniones. Esto puede provocar aún más frustración e indecisión. También, de alguna manera coloca un peso de responsabilidad sobre la otra persona, lo que hace que pasemos la pelota a su campo, y si sale bien, bien, pero si sale mal… Aquí van algunas claves que nos pueden servir a la hora de tomar decisiones:

  1. Actúa desde la calma y no desde la urgencia.
  2. Escucha a tu corazón.
  3. Ser objetivos, evaluar los pros y los contras.
  4. Vuelve a escuchar a tu corazón.
  5. Asume la responsabilidad.
  6. Actúa desde la confianza y no desde la inseguridad.
  7. Decide desde al amor en vez de hacerlo desde el miedo.
  8. Sé consecuentemente libre.
  9. Quítale hierro y ábrete a descubrir otros caminos.
  10. Si puedes, pon tu decisión “a remojo” un tiempo y estate atent@ a lo que sientes.

Sea como sea, ¡decide, arriesga, vive!

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