El fracaso socialista

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“Un fracasado es un hombre que ha cometido un error, pero que no es capaz de convertirlo en experiencia.” (Elbert Hubbard)

El comité federal socialista ha sido un polvo de compromiso con eyaculación precoz. Un “cónclave” cuyos secretos están siendo pregonados por la indiscreción de unos abandonados que han puesto en marcha el proceso para elegir candidato electoral a un moribundo, para que, quién sabe si ya cadáver, se estrelle el 26 de junio. Pedro Sánchez, una recusación alegórica del hombre socialdemócrata moderno que vive obsesionado con declarar la guerra a la derecha, es una garantía de fracaso; un político de otro siglo, un elemental y un arrojado que permanece sin someter a revisión una estrategia que durante cuatro meses ha demostrado ser una solicitud de pena de muerte para sí mismo.

Para colmo de males, mientras su partido rueda hacia el cataclismo, continúa alejado de cualquier idea que no sea la de servir a su ambición enfrascado en la peregrina idea de presidir un gobierno de izquierdas. Lo que no le perdonan es que desatendiendo todas las advertencias, ingenuo, buscara un matrimonio de relación abierta y sin servidumbre alguna con su maltratador y desplantador del socialismo Pablo Iglesias; cómplice de Rajoy y macarra con pinta de buhonero que estuvo sometiendo a un ridículo permanente al socialismo, y, que, ahora, con todos los sentidos al acecho para enterrarlos en cal viva, amenaza darles un “sorpasso” de un millón de votos coaligándose con los herederos de Carrillo, las mareas de la independencia, los terroristas degenerados arrepentidos y los sin arrepentir, los animalistas pérfidos, alguna asociación de amigos de la parapsicología y hasta con Falange Comunista del Niño Jesús si hace falta.

La situación basta para entender el pesimismo que reina en un partido que respira una atmósfera de frustración y fracaso. En Ferraz ya han levantado el cadalso en el que cortarán la cabeza del secretario general la misma noche electoral. Susana Díaz, que es máxima responsable de la temeridad de colocar a Sánchez en el lugar que ocupa, ahora sueña con empuñar la espada del verdugo. Y en la seguridad de que el candidato volverá a “hacer historia”, le ha soltado por la espalda el escupitajo de los “cuatro meses para olvidar” y ha dejado claro que el límite de su conformidad es ganar. La astuta presidenta de Andalucía, al igual que el resto de los barones conjurados para decapitarle, sabe que ganar es imposible, por tanto, resulta de cajón que ya lo tienen juzgado y sentenciado.

La ansiedad de Sánchez y su torpeza han dejado escapar la posibilidad de rehacer un partido que debería haber guardado todas las distancias a derecha e izquierda para contener el proceso de deterioro en el que se encuentra sumido. Su ceguera es tal que en lugar de guardar una apariencia pulcra, su hambre de poder insatisfecha le lleva a lloriquear la división interna como coartada de su fracaso, cuando debería estar pensando cómo jugar sus cartas contra Podemos. En el mejor de los casos, y si el PSOE no desaparece a pesar de ese canibalismo que les lleva a comerse unos a otros, tardará décadas en recuperar el crédito que los Zapatero y Sánchez han dilapidado en tiempo record. Ahora ya es demasiado tarde hasta para los lamentos, solo cabe rogar por el descanso de su alma mientras su cuerpo es devorado por los suyos. D.E.P.

Antonio de La Española

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