Voto. Ese bien tan preciado para un político en cada uno de los procesos electorales a los que se enfrenta. Esa meta intangible en sí que dirime quien ocupa la Casa Blanca y quien se queda en ‘su propia vivienda’, con la cabeza agachada, esperando su nueva oportunidad. Un sueño, por tanto, por el que se trabaja sin descanso, ni piedad. Existen reglas, sí, pero se incumplen a sabiendas y de forma sistemática.
Así, y con esto en mente… ¿Cómo se hace uno con este Santo Grial? Hasta la fecha, existía una “ejercito” de calle, que se pateaba cada distrito que tenía en agenda, con la meta de convencer a sus ocupantes de que votar al partido demócrata, o al republicano, era la mejor alternativa de futuro. Hoy, y desde casa, desde la oficina o el café de la esquina, existe una enorme plataforma llamada Internet que contiene, a su vez, unos rincones sociales ocupados, precisamente, por esos que, antaño, eran perseguidos con pines y un discurso preestablecido.
Ya lo avisó Jack Dorsey en 2008, con el Yes, we can de Barack Obama. Lo recordó en 2012, siguiente parada política en el camino. Así, en este 2016, con los candidatos ya escogidos (Clinton y Trump son su único escollo mutuo), y con Twitter plagada de usuarios en comparación con anteriores ocasiones, el reto de ambos no es sacar la cabeza, que ya sería mucho, sino destacar entre tanta infoxicación digital. Un desafío para demócratas y republicanos que, hasta la fecha, han llevado a cabo medianamente bien, ya que han generado una comunidad a la que, ahora, deben alimentar. Y nosotros, con nos preguntamos… ¿Cómo es cada uno de los grupos que se han creado en torno sendos candidatos?
Lucha de perfiles
Hasta la fecha, Donald Trump se lleva la palma en lo que a ‘followers’ se refiere. Su polémico discurso, que enaltecen unos e insultan otros, ha enganchado a más de 8 millones de personas que tienen en su ‘timeline’ cada comentario que proyecta en su cuenta. Hillary, a pesar de sus esfuerzos, cuenta con más de dos millones menos (6,07). El candidato republicano vence también en el cómputo mensual, al crecer medio millón en los últimos 30 días. Eso sí, no son todos los que están para Trump ya que el 27% no usa su perfil desde hace un año… ¡O más! Éste, también se lleva el premio al candidato con más ‘huevos’. Y es que, el 20,5% de sus seguidores tienen una foto de este alimento como principal. Hillary no anda muy lejos: 19.7%.
A vueltas con el idioma
Ambos candidatos tienden a escribir, sobre todo, en inglés. Al menos para Donald Trump, al que 6,9 millones de sus posibles electores le escriben en inglés. A Hillary, por su parte, le hablan más en español (casi 400.000, que refleja el apoyo a la elegida por el bando demócrata de los latinos). Del mismo modo, esta última se comunica más en Nueva York, Washington, Chicago, London, Los Ángeles y Boston, mientras que Trump coincide en la primera, a la que une Texas, Chicago, Carolina, London y Houston. Si hablamos de gustos, el seguir a Clinton significa ser un amante del amor, la vida, los estudiantes y la música. Hacerlo con Trump también refleja un gusto prioritario por el amor y la música, a lo que siguen los negocios y la vida (en general).
El mensaje vale más que el ‘follower’
Sea como fuere, y con todos los datos en la mano, comprobamos que las Redes Sociales son un arma vital para los intereses políticos de ambos bandos. Por ello, la estrategia debe estar cuidada y definida al milímetro ya que, más seguidores no significa el contar con más votos. Es, la plataforma del mensaje (en 140 caracteres), el cual es decisivo para conseguir ese voto que parafraseábamos al inicio de este artículo. Ese que, al final, es una bala de una Ruleta Rusa en la que, cualquier resultado es posible.
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