Dime con quién hablas… y te diré cómo te comportas

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Somos el resultado de lo que pensamos, lo que creemos y lo que comemos

Está claro que hemos sido diseñados con, no sólo la capacidad de comunicarnos, sino con la necesidad de ello. Cuando estaba formándome en Programación Neurolinguística aprendimos algo que me llamó mucho la atención y que enseguida resonó en mí, y era lo siguiente – No podemos no comunicar-, es decir, que siempre estamos comunicándonos, con o sin palabras, y yo añadiría con o sin gestos.

Soy de los que cree que aparte del lenguaje o comunicación verbal y no verbal, existe la comunicación energética, espiritual, o para que me entiendas mejor, eso a lo que a veces llamamos química o feeling, y que trasciende lo audible y lo visible. Algo que está dentro y fuera de nosotros, y que de alguna manera trasmitimos sí o sí. Algunas personas tienen más desarrollada la capacidad de percibirlo (intuición) que otras.

Por eso es tan importante no sólo el cómo, sino con quién, y hasta dónde nos comunicamos. Lo primero que me gustaría mencionar es del dialogo interno. Esto es todo aquello que nos decimos a nosotros mismos y en ocasiones las 24 horas del día. Esa vocecilla interior que nos habla, a menudo son varias a la vez, como si habláramos nosotros con nosotros mismos, con nuestra conciencia, con nuestro ángel de la guarda o con nuestro demonio más feroz. Alguien dijo una vez que somos el resultado de lo que pensamos, lo que creemos y lo que comemos. Me gustaría enfocarme en los pensamientos, el lenguaje, la comunicación, y dejar el tema de las creencias y de la alimentación ahí aparcado para otra ocasión.

Hasta ahora hemos comentado acerca de hablar con nosotros mismos. Pero, ¿deberíamos seleccionar con quién debemos o no comunicarnos y cómo? Yo creo que sí, quizás la palabra seleccionar no sea la adecuada, más bien diría elegir libremente con quién queremos hablar, cómo, y dónde; porque toda esta comunicación de alguna manera va a llegar a influir en nuestro comportamiento, hábitos y hasta carácter. Es verdad que hay comunicaciones no elegidas, es decir, no puedo elegir quién es mi jefe, mis compañeros de trabajo, familia, etc. Son personas que están en mi entorno, forman parte de mi vida y que yo no elijo. Eso sí, puedo decidir la manera, el tono, la duración y hasta conseguir, que si hay alguien que va a influir en esta comunicación, sea yo y no el otro. Y no me refiero desde el ego de pensar que yo soy mejor que el otro, sino que cuando claramente sepamos que es un tipo de persona con la que no conectamos bien o una comunicación complicada, podamos darle la vuelta, no juzgar, empatizar, casi hasta hipnotizar a la otra persona con nuestro tono, mirada, energía… siempre desde el amor.

Hablemos de los encuentros con los amigos y amigas con los que quedamos para tomarnos un café, una caña, o invitamos a nuestras casas a comer o a cenar. Creo que aquí la elección y el tipo de comunicación son clave. Es en este lugar dónde quizás se cumpla más la sentencia de Dime con quién vas y te diré quién eres. Porque todos formamos parte de múltiples sistemas (familiares, laborales, sociales, etc.) e influimos los unos en los otros, por esa necesidad que tenemos de sentirnos parte de un grupo, de tener o ser referentes, porque hemos sido creados para comunicarnos.

Seguiremos informando…

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