“Nuestro conocimiento del cerebro viene siendo como el que teníamos del Universo en la época de Galileo”. Así describió Torsten Wiesel, neurobiólogo sueco ganador del Nobel de Medicina en 1981, el desconocimiento que en pleno siglo XXI sigue habiendo sobre el cerebro. Él, como otros muchos científicos, han dedicado grandes esfuerzos para avanzar en la búsqueda de mecanismos que permitan monitorizar la actividad de las neuronas para entender mejor todo lo que pasa en el cerebro humano. Uno de sus grandes aliados ha sido, sin duda, la tecnología. ¿El último descubrimiento? Una malla electrónica de jeringas inyectables ofrecen a los investigadores la oportunidad de estudiar los procesos que tienen lugar durante mucho tiempo.
Uno de los avances más importantes de los últimos años ha sido la implantación de sondas electrónicas. Estas permiten explorar la actividad específica de los circuitos neuronales. Sin embargo, los materiales con los que se fabrican estas sondas (metal o siliconas) suelen ser materiales mucho más rígidos que el tejido encefálico, lo que provoca que cuando el encéfalo se mueve a lo largo del día, estas sondas se desplacen dentro de él. Este movimiento impide que los sensores tomen datos continuamente de la misma zona, por lo que la oportunidad de conocer la forma en la que se organizan los circuitos neuronales durante el desarrollo, el aprendizaje y envejecimiento seguía siendo una quimera para los neurocientíficos.
Hasta ahora. Un equipo de científicos de la Universidad de Harvard, dirigido por el profesor Charles Lieber, ha demostrado que la malla electrónica de jeringas inyectables puede grabar de forma estable la actividad neuronal en ratones durante ocho meses o más sin que se produzca la inflamación típica que se percibe en el individuo tras implantar las sondas tradicionales. Lieber y sus colegas también han demostrado que este dispositivo se podría utilizar para producir la estimulación eléctrica del cerebro durante tres meses o más. El trabajo se describe en un artículo publicado en 29 de agosto de Nature Methods. Gracias a esta nueva tecnología,
“Con la malla electrónica de jeringas inyectables podemos identificar los circuitos y grabar y estimular de una manera que no ha sido posible antes, por lo que predecimos que ha sido un avance muy poderoso”, ha comentado Lieber. El profesor de la Universidad de Harvard incluso plantea la posibilidad de que este dispositivo pueda ser utilizado, algún día, en el tratamiento de lesiones cerebrales o en la médula espinal. “No creo que sea ciencia ficción, aunque otras personas aseguren que esto será posible desde otro ángulo diferente, como es la medicina regenerativa”.
También indicó que la unión de la electrónica con la biología podría abrir la puerta a una nueva clase de interfaces cerebro-máquina y grandes mejoras en prótesis. “Mi sensación es que se trata de una integración perfecta entre lo biológico y los sistemas electrónicos, así que no son entidades distintas”, continuó. “Si podemos hacer que la electrónica se parezca a la red neuronal, ambas disciplinas trabajarán unidas y ahí es donde quieres estar si desea explotar las fortalezas de ambos”.
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