Las cadenas autonómicas exigen, como es lógico, mayores oportunidades en el reparto de publicidad. No obstante, en sus peticiones va implícita una falta de autocrítica respecto a su propio modelo y su manera de hacer las cosas. Los datos son los datos e indican cómo las cadenas regionales han dejado de ser referencia, y ya no sólo pierden cuota publicitaria a pasos agigantados, sino que además reducen su cuota de pantalla de manera alarmante.
En lo que llevamos de abril, las cadenas autonómicas marcan un 7,3% y sólo TV3 resiste el paso que marcan las cadenas nacionales, aunque cada vez les cuesta más quedarse con el primer o el segundo lugar de share. Las cadenas autonómicas tienen doble financiación, mediante presupuestos autonómicos y publicidad, un modelo que a muchas les ha llevado al cierre como a la extinta Canal 9. En época de ajustes públicos estas televisiones no supieron reinventarse y se quedaron a la deriva con plantillas absolutamente sobredimensionadas.
Su salida de la crisis tampoco ha sido todo lo buena que se esperaba. A excepción de Telemadrid, otros gigantes como TV3 (Cataluña), Canal Andalucía, ETB (País Vasco) o TVG (Galicia) no se han redimensionado a pesar de que sus ingresos han caído en picado, tanto por presupuestos como por su pérdida de cuota comercial. Y las soluciones siguen sin llegar. Las audiencias siguen bajando, los gastos siguen acumulándose y las parrillas siguen perdiendo peso y atractivo, ya que esta última es la única manera de reducir el gasto.
Mientras, los jerarcas de las autonómicas prefieren huir hacia adelante y pedir al Gobierno que les ayude por decreto a mejorar sus ingresos publicitarios y sus contenidos. Y se olvidan de la histórica politización de estas cadenas, de sus guiños a los gobiernos de turno y de su servilismo a la clase política. Un cóctel peligroso que podrá estallar en cualquier momento, pero que parece, no preocupa a quienes dirigen los destinos de estas televisiones.