15 de mayo. Festividad de San isidro en la capital. Operación retorno. Y media flota de taxistas en casa. Sí, en casa. La consecuencia, las calles de Madrid se llenaban de gente, algunos aún vestidos de chulapos, otros en vez de sostener rosquillas, empujaban maletas. Pero ninguno de estos dos grupos, la cara y la cruz del puente madrileño, conseguía el tan deseado taxi. La razón de la congestión monumental en puntos calientes como la Estación de Atocha es que las asociaciones de taxistas de Madrid en coordinación con el Ayuntamiento decidieron que tan solo saliera media flota de taxistas a trabajar el 15 de mayo.
La otra cara de la moneda fue la sustitución del clásico taxi blanco por las calles de Madrid, por las ‘cucarachas’, como denominan los taxistas a los coches comandados por los chóferes de Uber o Cabify. Mientras en la estación de Atocha las colas para conseguir un taxi parecían más bien un concierto para ver a Justin Bieber, con una media de espera de 45 minutos, justo en frente de la estación, una marabunta de coches negros hacían maniobras imposibles para conseguir estacionar y recoger -de manera furtiva- a cansados usuarios de taxi que decidieron hacer uso de alguna de las aplicaciones móviles que ofrecen el servicio de transporte privado.
Este desbarajuste entre la oferta y la demanda es lo que ocurre cuando se hace un control de la economía de mercado. Sí. Pero también cuando el sector del taxi es incapaz de hacer frente a una realidad. Los usuarios demandan calidad en el servicio (los taxistas han demostrado no saber adaptarse a las nuevas necesidades del consumidor, como el pago a través de aplicaciones móviles o dispositivos electrónicos o tarjetas, son algunos ejemplos). Pero lo peor, es que el festivo 15 de mayo nadie prohibió a los taxistas recoger a los clientes que ellos mismos aseguran las ‘cucarachas’ roban, sino que fueron sus sindicatos lo que decidieron mantener los niveles de atención y flotas disponibles habituales, a pesar de la festividad en la capital.
Por el momento los taxistas parecen haber ganado la batalla legal a Uber, según una sentencia del Tribunal Europeo de Luxemburgo que da la razón al gremio profesional, y deberá someterse al mismo régimen de licencias como un transporte público y no como una plataforma tecnológica como defienden desde la empresa. Habrá que esperar a finales de año para conocer el fallo de la sentencia. Pero donde sí están perdiendo la batalla los taxistas es en la fidelización al consumidor, un consumidor al que han ido perdiendo poco a poco desencantados. En vez de luchar contra los nuevos “competidores”: ¿por qué los taxistas no luchan por retener a los clientes?