Comunicar para ganar el Mundial

Ana Pereira, Directora en Estudio de Comunicación
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Por Ana Pereira
Directora en Estudio de Comunicación
@anabepereira

La comunicación es un proceso en el que un emisor transmite un mensaje a un receptor por un canal determinado: uno de ellos es el oral, para lo cual usamos el habla.

La facultad del habla es algo de lo que el ser humano dispone desde su más tierna infancia y que practica desde la noche de los tiempos. Es algo tan intrínseco a nosotros y lo que nos diferencia de los animales, que se presupone que, por el hecho de poder hablar, salvo circunstancias excepcionales, cualquier persona sabe comunicarse con sus semejantes, al menos con aquellos con los que se comunica en la misma lengua.

No obstante, pensar que, por el hecho de estar dotados de la facultad del habla, podemos plantarnos sin más delante de un auditorio y desempeñar un buen papel, es equivalente a pensar que por el hecho de que sabemos dar patadas a un balón podemos jugar y ganar un Mundial. Al igual que el futbolista profesional ensaya sus jugadas y entrena sus destrezas con el esférico, el portavoz que quiera comunicar con su público, sea éste cual sea, también deberá entrenar su faceta de comunicador si por ella quiere ser reconocido.

La comunicación interpersonal no es una disciplina compleja, al igual que el futbol a simple vista puede parecer que tampoco lo fuera. La complejidad deriva del entrenamiento requerido y de tener que aplicar una serie de tácticas que primero hay que interiorizar.

La buena noticia, al respecto de la comunicación, es que se pueden aprender, y así lograr que el portavoz, en su papel de emisor, logre transmitir de la manera más exitosa posible un mensaje al público que le está escuchando y/o viendo, ya sea en la sala en la que se ha congregado, o a través de una pantalla o emisora.

A veces, en ciertas posiciones de liderazgo de las organizaciones se presuponen una serie de competencias, las famosas skills, un término de moda y mucho más glamuroso a la hora de referirnos a habilidades. Una de ellas es la de ser capaz de comunicar con los públicos objetivo de la empresa. Se trata de un amplio abanico de destinatarios, que abarca desde accionistas, instituciones y autoridades a periodistas, pasando por proveedores y también por públicos internos.

Las palabras y la forma en la que un presidente o un CEO aborde sus intervenciones, no sólo pueden hacer subir el precio de la acción de la compañía, en caso de ser ésta cotizada, sino que pueden servir tanto para provocar buenos titulares, como para convencer a alguna autoridad más o menos reticente al respecto de los planes de la entidad en cuestión. Un discurso motivador y bien estructurado puede ser fundamental para alentar a su equipo y rebajar tensión con los sindicatos, en caso de existir.

Por el contrario, si este hipotético primer o primera espada de la compañía realiza exposiciones demasiado largas, tediosas y enrevesadas en las que ni el mismo es capaz de entender el mensaje que quiere transmitir, poco o nada va a motivar ni convencer a ninguno de sus interlocutores. Sólo conseguirá incrementar el malestar existente entre los sindicatos y sembrar incertidumbre en su equipo. Amén de que no manejar bien la comunicación puede redundar en que ni los periodistas publiquen de la forma más ventajosa para la organización, ni los accionistas estén convencidos de las fortalezas de la compañía, ni las autoridades entiendan los planes de la compañía.

Ese presidente debe pronunciar cada discurso como si se estuviera disputando un partido en un Mundial, pues su objetivo será siempre y en cada ocasión meter el gol que le de la victoria a su organización.
Ahora bien, de la misma manera que no todos los futbolistas disponen de las mismas habilidades en el campo de juego, no todos los portavoces de las compañías cuentan con las mismas competencias. Las destrezas personales son tan diferentes como diversa es la tipología del ser humano. Así, habrá quien sea capaz de cerrar los acuerdos más ventajosos para su organización, pero sienta pavor a la hora de ponerse a hablar delante de todos sus empleados; o aquel que no tenga problema en salir airoso de negociaciones complicadas con comités de empresa, pero al que le aterre la grabadora de un periodista.

¿Podemos lograr que un directivo de una compañía se comunique de manera eficiente con sus públicos objetivos? La respuesta es que sí es posible. No lo va a lograr por arte de magia ni por el hecho de que dentro de sus atribuciones como principal ejecutivo de la compañía realice muchas intervenciones en público.

Si sus presentaciones son aburridas o enrevesadas da igual que haga una o veinte, lo serán todas por igual. Probablemente cuando pregunte a sus colaboradores ¿qué os ha parecido? Le ocurrirá lo que al protagonista del cuento de Hans Christian Andersen, ‘El traje nuevo del Emperador’, que nadie se atreva a decirle que no se ha entendido bien o que ha sido demasiado larga. Si están llenas de muletillas, de frases hechas o son presentaciones tan repletas de cifras y datos que es imposible quedarse con la mitad de ellos la intervención del líder quedará muy deslucida. A muchos nos ha ocurrido alguna vez la experiencia de estar escuchando a un ponente y dejar de prestar atención al contenido de su discurso para centrarnos en contar las veces que acaba sus frases con muletillas terribles como “eh”, “umm” o “vale”.

¿Qué se puede hacer para poner remedio y mejorar las capacidades como portavoz? Sin duda, en primer lugar, ser consciente de que como comunicador aún tiene un largo camino por recorrer y, en segundo, ponerse en manos de unos buenos profesionales que le ayuden a entrenar sus habilidades, a pulir sus defectos al comunicar y a potenciar sus destrezas.

Al igual que no existe la receta mágica para marcar un buen gol, seguir estos consejos no garantiza el éxito, pero si nos acercará un paso más a nuestra meta, que no debe ser otra que la de lograr que nuestro público se quede con el mensaje que deseamos transmitir de la manera más ventajosa para la compañía a la que representamos.

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