En muchas ocasiones escuchamos comentarios acerca de que se ha perdido la costumbre de realizar actividades en familia por el uso de las nuevas tecnologías y más concretamente de aparatos tecnológicos -teléfonos móviles, ordenadores, tablets, consolas de videojuegos, etc.
A este respecto Paloma Méndez de Miguel, neuropsicóloga infantil de Hospital Quirónsalud San José y de Hospital Universitario Quirónsalud Madrid señala que “la tecnología influye en el modo de relacionarnos tanto fuera como dentro del entorno familiar; como he oído en muchas ocasiones, ’acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca’. Aunque no se puede generalizar, es indudable que estos nuevos hábitos pueden condicionar la vida familiar, propiciando opciones de entretenimiento más sedentarias y solitarias.”
Es indudable que el abuso de este tipo de aparatos tiene consecuencias en los padres y en los niños y adolescentes, apunta Paloma Méndez, si hay un abuso en el tiempo que se dedica, interfiere la calidad de la relación, fomenta la incomunicación, la intolerancia al aburrimiento -cada vez se soporta peor- y en muchas ocasiones genera o intensifica los conflictos cada vez que se trata de limitar o interrumpir su uso.
Los hijos tienden a mimetizar el comportamiento de los padres en cuanto al uso de estos dispositivos, por lo que obviamente si los modelos familiares hacen un uso inadecuado de la tecnología es más fácil que los hijos repitan este comportamiento, además de que resultará más complicado tratar de limitar algo que no somos capaces de autolimitarnos. No obstante, la presión social también influye en el uso/abuso que se hace, “cada vez se conectan desde una edad más temprana porque parece que si no lo hacen acabarán marginados. Sería necesario hacer más campañas de concienciación a los padres, mostrando que los niños tienen que relacionarse en el parque, en las casas, llamar por teléfono si no entienden algo del colegio…y que el móvil es una herramienta a utilizar a partir de la adolescencia y con horario limitado”, añade la experta.
Debemos tener en cuenta además que cuanto más pequeños sean los niños más fácil será que acepten un límite para ellos distinto al de los padres, por lo que hay que tener en cuenta que al llegar a la adolescencia es muy complicado exigir algo si uno no predica con el ejemplo.
Para prevenir y corregir este hábito, Méndez ofrece algunas recomendaciones:
– Lo primero de todo sería hacer un ejercicio de auto observación, que sean conscientes de los hábitos que hay en casa respecto a la tecnología (tanto padres como hijos).
– Establecer un horario puede ser beneficioso, pues de este modo al no estar pendiente del móvil, tablet, etc., y no dividir la atención serán más eficientes en lo que estén haciendo y favorecerá la disminución de estrés.
– Por otro lado, es aconsejable que los teléfonos estén silenciados cuando estemos en casa, y que a la hora de realizar actividades compartidas (comer, cenar, o ver un película) estén fuera de nuestro alcance para evitar “tentaciones” que pueden interferir en la comunicación familiar.
-Finalmente, si quitamos una opción de entretenimiento tendremos que generar alternativas de ocio individual y conjunto; en ocasiones los niños no saben qué hacer si les apartamos de la tecnología, y es importante que tengan recursos distintos a los tecnológicos.