La coordinación de educadores y profesionales de la salud, clave para el seguimiento del neurodesarrollo de los niños

De izda a dcha, las doctoras Kelly Escajadillo (médico adjunto del Serv. de Pediatría), Jiménez y Cordero durante la jornada
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Para dar a conocer el desarrollo neurológico normal de los niños hasta los 6 años, las principales dificultades de aprendizaje en edad escolar (de 6 a 12 años) y los trastornos del sueño en la infancia, el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, integrado en la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid, ha organizado recientemente una Jornada de Neurología Infantil, un foro de encuentro de pediatras de Atención Primaria, neuropediatras y maestros de Educación Infantil y Primaria.

La Dra. Cristina Cordero, médico adjunto en la Unidad de Neurología Infantil del hospital y una de las participantes en la jornada, destaca la importancia de la coordinación con Atención Primaria y con las instituciones educativas, desde las que se rodea y arropa a un niño durante su desarrollo hasta los 12 años. Por su parte, la Dra. Érika Jiménez, médico adjunto en la misma unidad, señala que invitar a maestros de Educación Infantil y Primaria a este tipo de foros permite a los pediatras y especialistas en Neurología Infantil “conocer más de cerca su forma de trabajar con los niños, las intervenciones que realizan para estimular su desarrollo y aprendizaje, así como el abordaje de las dificultades que puedan surgir en el aula”.

Neurodesarrollo y dificultades de aprendizaje. ¿Cuándo preocuparse?

A grandes rasgos, en el primer año de vida los signos de alarma surgen en el área motora. Entre el año y medio y los 3 años, la falta de intención comunicativa es el problema más frecuente. “Si un niño de 2 años no hace contacto ocular, no responde a su nombre, no señala con el índice o no imita, entre otros síntomas, debe ser estudiado”. Sin embargo, destaca la Dra. Cordero, “los retrasos simples del lenguaje no preocupan hasta los 3 años, como pronto”. De 3 a 6 años, las dificultades en la interacción social y en la concentración para realizar una actividad o rutina o el cambio de forma continua de actividad también son signos que deben alarmar y consultarse.

Los controles del niño sano que llevan a cabo los pediatras en Atención Primaria son fundamentales para detectar estas desviaciones del desarrollo, al margen de que los padres puedan percibir una diferencia con el resto de los niños de su edad”, asegura esta doctora.

“En cuanto a la evaluación de las dificultades de aprendizaje en niños en edad escolar, lo primero que se hace es comprobar que la expectativa sobre el niño es acorde al desarrollo cerebral que cabe esperar para su edad”.

Si la expectativa es adecuada y el niño no está aprendiendo al ritmo esperado, se debe corroborar su capacidad intelectual mediante test psicométricos. En este sentido, esta experta declara que “puntuaciones por debajo de la normalidad en el cociente intelectual pueden justificar en sí mismas dificultades de aprendizaje, pero lo cierto es que éste no es el escenario más frecuente”.

En el caso de que expectativa y capacidad sean adecuadas, se debe evaluar la presencia de una posible dificultad específica de aprendizaje o un trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad. “Este es, con diferencia, el grupo diagnóstico más frecuente y una de las principales causas de fracaso escolar en nuestro país”, asegura la Dra. Cordero. Las dificultades específicas de aprendizaje se caracterizan por presentar un rendimiento inferior al esperado con una capacidad, motivación y formación suficientes en un área concreta del aprendizaje.

En cuanto a su prevalencia, se estima que hasta un 15 por ciento de la población general presenta una dificultad específica de aprendizaje (DEA). Dentro de ellas, la dislexia es la más prevalente y conocida. Le siguen la discalculia y otros trastornos menos estudiados y más controvertidos, como el trastorno de aprendizaje no verbal.

La importancia del sueño en el desarrollo y aprendizaje

Durante el sueño se consolida la memoria y el aprendizaje y se restablecen los almacenes de energía celular. Por ello, “un sueño inadecuado favorece la aparición de irritabilidad y de conductas hiperactivas, y afecta a la atención y la memoria”, dice por su parte la Dra. Jiménez.

En el recién nacido y lactante hasta tres meses los despertares son muy frecuentes porque el niño necesita alimentarse. A medida que el pequeño va creciendo, disminuyen las horas de sueño y despertares. Independientemente del tiempo que duerma, según esta experta, “el sueño en el niño es reparador y adecuado cuando al día siguiente puede hacer las actividades con normalidad”. Según las gráficas con percentiles de sueño por edades, el recién nacido duerme una media de unas 14-16 horas; los niños hasta los dos años, en torno a 10-13 horas; entre los 3 y 5 años, unas 10-12 horas; y a partir de esta edad, unas 10 horas.

La Dra. Jiménez recomienda como medidas de higiene de sueño “intentar mantener horarios regulares a la hora de irse a dormir, evitar el uso excesivo de pantallas o aparatos electrónicos, no hacer actividades físicas o mentales muy intensas las horas previas a acostarse, procurar un ambiente de descanso con temperatura agradable y sin ruidos, evitar consumir sustancias excitantes antes de ir a la cama (cafeína, chocolate, alcohol y tabaco en los adolescentes), practicar ejercicio físico diariamente y recibir luz natural durante el día”.

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