La norma ISO 9001:2015 certifica la calidad, procesos y resultados de la Unidad de Disfagia de la Fundación Jiménez Díaz

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La disfagia, o dificultad en la deglución es un síntoma presente en numerosas y muy variadas patologías, desde las neurológicas a las reumatológicas, pasando por las tumorales y algunos tipos de cirugía, e incluyendo también el propio envejecimiento. Esto quiere decir que el paciente con disfagia puede acudir a la consulta de muy diversos especialistas o estar ingresado en casi cualquier planta de un hospital, lo que requiere un abordaje multidisciplinar, un trabajo coordinado de muchos profesionales sanitarios, tanto médicos como de Enfermería, y una atención integral que garantice la identificación, intervención y seguimiento adecuados y eficaces del paciente a lo largo de todo el proceso y en todas las esferas de su vida que se ven afectadas por este problema.

Un reto que la Unidad de Disfagia de la Fundación Jiménez Díaz ha conseguido con éxito y excelencia una década después de su puesta en marcha, como confirma la certificación de calidad ISO 9001:2015 recientemente recibida tras la auditoría realizada para ello por la entidad certificadora DNV.

“La certificación ha sido un reconocimiento a los más de diez años de la Unidad de Disfagia, creada por el Dr. Raimundo Gutiérrez, y que desde entonces no ha dejado de trabajar para seguir creciendo y mejorando la calidad en su intervención”, explican las doctoras Raquel Cutillas, Carmen Aragón y María Benavides, especialistas respectivamente de los servicios de Rehabilitación, Endocrinología y Nutrición, y ORL de la Fundación Jiménez Díaz, y miembros de la citada unidad.

Conseguir la norma, añaden, “nos ha exigido reflexionar sobre aspectos que podíamos mejorar y establecer líneas de actuación para ello; trabajar sobre el proceso a fin de garantizar un tratamiento y seguimiento y que el paciente con disfagia tenga un adecuado estado de nutrición e hidratación y no aparezcan complicaciones secundarias a la disfagia”.

Para lograrlo, tal y como relatan, ha habido que implicar a muchos servicios, y coordinar la actuación de cada uno de ellos, así como formar al respecto tanto a facultativos como al personal de Enfermería. De hecho, este año se ha llevado a cabo el primer curso de formación en disfagia para médicos del hospital, con vocación de continuidad porque, incide la Dra. Cutillas, “la disfagia no es solo del rehabilitador, del otorrinolaringólogo o del endocrino, sino que también es del cirujano, del intensivista o del médico de familia”.

Trabajo realizado, objetivo alcanzado

A la vista del resultado, el objetivo se ha alcanzado, y así se ha valorado positivamente en la evaluación de la unidad para su certificación por la noma. “En un proceso como la disfagia, donde intervienen tantas especialidades y personal sanitario, ha sido fundamental la correcta identificación, seguimiento y coordinación de las distintas especialidades, de modo que el paciente sigue un trayecto asistencial desde que se identifica hasta que se va de alta; y en ese momento se garantiza el seguimiento de forma ambulante a través de revisiones presenciales, revisiones mediante cuestionarios no presenciales a través del Portal del Paciente y a través de la Enfermería de enlace con los centros de salud para garantizar la continuidad asistencial”, continúa la rehabilitadora.

Así, la coordinación entre el personal de planta, la Enfermería, los terapeutas en Rehabilitación y las especialidades médicas hace que, una vez que el paciente es diagnosticado, se pueda realizar un abordaje integral sobre el mismo, minimizando las complicaciones que el proceso puede llevar asociadas. Es el caso de la desnutrición, para la que la disfagia supone un factor de riesgo muy importante, tal y como señala la Dra. Aragón. “La desnutrición empeora el pronóstico de casi todas las patologías y limita la capacidad funcional del paciente, por lo que su abordaje es esencial para que puedan recibir tratamiento rehabilitador”, añade.

Por su parte, desde el Servicio de Rehabilitación, se trabajan también aspectos físicos y funcionales que proporcionan al paciente y la familia o cuidadores estrategias para permitir la normalización de la vía oral y la dieta asegurando los principios de eficacia (paciente nutrido e hidratado) y seguridad (evitar complicaciones respiratorias y las complicaciones secundarias de la deshidratación y la desnutrición).

Un trabajo permanentemente coordinado en el que, junto a la creación de protocolos, unificación de historias clínicas, establecimiento de líneas de actuación conjuntas o celebración de reuniones periódicas multidisciplinares para el abordaje conjunto de los distintos casos por parte del personal médico, también se trabaja con el pacientes para que se integre con su afección en una vida familiar y social, formándole a él y a sus familiares y cuidadores, valorando opciones y aportando ideas y estrategias para facilitar y optimizar las rutinas, y realizando seguimiento a largo plazo, muy apoyados en la Enfermería de Continuidad Asistencial.

Y una trayectoria, la de la Unidad de Disfagia de la Fundación Jiménez Díaz, que, tras el aval logrado, sólo plantea nuevos y mejores retos. “La certificación nos deja una gran responsabilidad de cara al futuro: mantenernos en la más alta calidad para poder proporcionar a nuestros pacientes una mejor atención, identificar en el día a día los puntos en los que podemos mejorar, proponer acciones para mejorarlos y trabajando sobre ellos realizando un seguimiento a largo plazo”, concluyen las especialistas.

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