(Eva)Risto Mejide: de profesión, humillador

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Érase que se era uno que montó una agencia y se hizo executive creative director, según su perfil de Linkedin. Pero como no tenía bastante, su ego le pedía algo más y su socio le cubría los contratos que iba consiguiendo, acabó de jurado en un invento de la factoría Mainat, ese que ahora va por ahí rumiando lo del ‘España nos roba’ y olvidándose cuando la TVE felipista le hacía de oro con ‘La trinca’, nombre que nunca definió mejor a un grupo.

Aquella tropa, por cierto, subió al ‘hit parade’ por éxitos como ‘Quiero una novia pechugona’ o ‘Quesquesé se merdé’ o por aquellos ‘sketches’ de cavernícolas que acaban intentando empotrar a una dama (de las cavernas). Todo de ‘kalidaz’, ya saben.

De aquellos polvos vinieron estos lodos y a estos personajes, a través de Gestmusic, les debe Risto Mejide el hecho de haber pasado de ser un marketiniano a una ‘estrella’ de la televisión. Sin ellos, sin esa productora, no se comprende el ‘boom’ televisivo del sujeto.

Su papel en ‘OT’, con aquellas gafas y su seriedad de perdonavidas, le dieron una relativa popularidad, acrecentada a medida que iba desmochando candidatos. A mayor escarnio y humillación, mayor ensoberbecimiento del personaje. Ese circulo vicioso acabó fomentando un ego desmesurado que, hasta entonces, sólo habían sufrido los empleados de su agencia. A partir de ahí, llegó el diluvio.
Lo de (Eva)Risto Mejide se concretó en el invento del sillón de turno. De pronto, se propulsó y pensó que era el inventor de la televisión, el gran entrevistador, el justiciero, el demiurgo, la divinidad suprema expendedora de carnés. Sabía, porque el sujeto tonto no es, que la única forma de alimentar la bestia es a costa de lo que mejor sabe hacer: la humillación.

Algunos de sus invitados probaron en sus carnes la naturaleza del sujeto. Incluso fuera del plató, como aquel taxista que no era, lástima, Peseto Loco. Es, como en la fábula, lo del escorpión y la rana pero en versión televisiva. Luego, el invento de los de Minoría Absoluta, ‘Todo es mentira’, donde muñe de sumo sacerdote adorado por sus discípulos, esos que hablan y dan lecciones de objetividad mientras callan abusos sexuales o presentando candidaturas políticas.

Lo que se esconde detrás de ese programa y los no tan oscuros intereses ya lo hemos comentado unas cuantas veces por aquí: un ególatra desmedido, unos ‘indepes’ mediáticos interesados en colar su mercancía en una televisión nacional y un editor televisivo que traga con lo que sea si le puede generar algo de audiencia. Nada de esto es mentira, sino una realidad.

La humillación televisada como ‘show’ es lo que nutre a (Eva)Risto. Llámese Arcadi Espada, Juan Carlos Girauta o Rita la cantaora. Hay que tener muchas tragaderas, o estar a la cuarta pregunta, para sentarse en esa mesa y aguantar las invectivas, insultos y desplantes del sujeto, ¿verdad, Cifuentes?

Que lo tengan claro los colaboradores que pasan por ese programa. (Eva)Risto, como los champiñones en otra materia, sólo sobrevive así. El monstruo está creado. Que nadie se llame a engaño. {wbamp-show start}

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pedro aparicio pérez
Editor de prnoticias.com
PeriodistO

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