El Ministerio de Asuntos Exteriores, dirigido por Arancha González Laya, ha intentado rebajar la tensión producida por la llamada a consultas de la embajadora marroquí, Karima Benyaich. La petición, producida tras las declaraciones del primer ministro de Marruecos sobre Ceuta y Melilla, sirvió para transmitir una imagen de normalidad que, según fuentes de Exteriores, sólo camufla una situación de tensión.
Precisamente, miembros del Cuerpo Diplomático español temen que Marruecos, pese a la orden de mantener esa normalidad, esté valorando la posibilidad de realizar un cambio en su embajada española. Al parecer, Rabat cree que la embajadora no ha conseguido invertir -o, al menos, atenuar- la posición de ciertos miembros del Gobierno español, considerados cercanos a la causa saharaui y vinculados al sector morado del Ejecutivo.
De ese modo, y según lo señalado, Marruecos estaría valorando la posibilidad de colocar a un representante más “duro” en Madrid. Por ahora, ambos países prefieren mantener una postura de tranquilidad. Pero la realidad es que Rabat desconfía profundamente del Gobierno desteñido de Pedro Sánchez.
Además, el Gobierno marroquí considera que su posición es “fuerte” tras haber recibido el reconocimiento de EEUU, de Israel y de las principales petromonarquías del Golfo Pérsico con respecto al Sáhara.
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