18 de agosto de 2021. No olviden esa fecha, porque marca un antes y un después. Como si fuera una maldición gitana, Antonio Canales, sacudiéndose el polvo del plató de ‘Sálvame’, lanzó una frase lapidaria: “’Sálvame’ se va a pique”. Y la cadena también, le faltó añadir.
Las audiencias de agosto, por una centésima y a pesar de las llamadas draconarias, ha terminado con treinta y cinco meses consecutivos de liderazgo de Ca’Paolo, donde hay, al menos, una responsable con nombres y apellidos: Carlota Corredera.
A Corredera se le han venido viendo las costuras desde hace tiempo, especialmente desde su conversión al feminismo televisado de la cruzada de Rocío Carrasco. Pero ni por esas. El ejemplo más palmario de transfuguismo televisivo, de subida a cualquier tranvía posible en su presunto ascenso al Everest de la televisión, ha demostrado que es incapaz de conservar el liderazgo de Telecinco. Toma nota, Paolo.
No sólo eso. Los tosidos del universo ‘Sálvame’ son cada vez más roncos. Jorge Javier, ¡oh, casualidad!, se busca un pluriempleo en Catalunya Radio; Ana Rosa se frota las manos al ver cómo Corredera, correveidile de interés políticos al servicio de su ambición, se cae con todo el equipo; y hasta un Kiko Matamoros, que vive de ‘Sálvame’, lanza pedradas contra su propio tejado porque, evidentemente, está en crisis.
El Titanic de Paolo hace aguas y Corredera sigue tocando el violín para que no se oiga el griterío. Que la Tierra (Amarga) os sea leve.
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